España celebra un empate ante Rusia en San Petersburgo
Desperdició dos veces su ventaja y sufrió mucho en San Petersburgo. Ramos anotó dos penaltis 'amables'.
No hubo danza española, como en Málaga, ni se esperaba ballet ruso. Empató esta vez la Selección con una composición menos lírica y con una alineación menos lujosa. También con menos nervio y con pasajes de notable relajación anímica que pusieron en peligro resultado y reputación, pero mantuvo su condición de equipo irrompible en una sesión con fuego real: en territorio del Mundial y frente al anfitrión. Ayudo un arbitraje muy amable del italiano Rocchi, que pitó dos penaltis favorables a La Roja con una aplicación a rajatabla del reglamento.
Asensio, que aquí, como en el Madrid, se columpia en el borde de la titularidad, lució su policromía con esplendor. Empezó por fuera y continuó por dentro y fue bueno en lo uno y en lo otro, con descaro y jerarquía, con largas conducciones y con buen pie en corto. Sin Isco, ocupó el centro de la escena hasta merecer la más alta distinción en un equipo en el que también estaban Thiago e Iniesta.
Con todo, España careció del aire dominante de los últimos compromisos y dejó que el marcador fuera por delante de sus méritos.Al gol de Alba sumó otro que tampoco tuvo elaboración. Llovió una pelota sobre el área rusa y Kuzyaev alargó su brazo para controlarla. Le golpeó en la parte final del hombro, el árbitro estiró su vista hasta el penalti y Sergio Ramos disparó la ventaja.
La Selección de Chagoev es una especie de ensaladilla rusa, con una defensa inexperta, un centro del campo veterano y dos atacantes sin finura pero realmente inquietos, especialmente Smolov, pichichi de las dos últimas ligas rusas. Es, en cualquier caso, un equipo de piel gruesa, sin figuras pero enérgico e insistente. Preparó un partido antipático en el que se perdieron Iniesta y Thiago. Y sufrieron caídas de tensión los demás, especialmente entre el final de la primera parte y el comienzo de la segunda. El tanto de Smolov cerca del descanso, tras dos buenos recortes, y un zurdazo incontestable desencadenó una catástrofe natural sobre el área de De Gea que tuvo continuidad al inicio de la segunda mitad, cuando Miranchuk, favorecido por un rebote y por la falta de contundencia de Nacho y Piqué. escaló hasta el empate. El resultado se había puesto a la altura del juego de España, que extrañamente había perdido afecto al balón.
Ahí fue donde el colegiado lanzó un cable al advertir un leve agarrón de Jikia a Ramos. Pitó un segundo penalti que tampoco dejó pasar el central del Madrid. España ya jugaba entonces con dos mediocentros, Illarramendi y Busquets, medida que no amuralló nada.