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Perder. Tenemos un sistema de fútbol base que hace que la mayoría de chicos de los grandes clubes no sepa lo que significa la derrota. Desde niños están acostumbrados a ganar. A golear. 6-0, 7-1, 5-0… Por lo general no hay suficiente resistencia en los rivales hasta muy madurada la etapa juvenil. Pero perder es parte del fútbol, es parte del deporte. Perder es deporte, en realidad. Y España perdió con mayúsculas en la final ante los ingleses en la India. Una derrota dura, pero una derrota y sólo eso. Para niños de 16 y 17 años a los que el fútbol sólo les hizo reír, conocer también lo que es llorar debe aprovecharse como un rico aprendizaje: en la vida, por lo general, siempre hay alguien mejor tú. 

Gafe. Cuatro finales jugadas del Mundial Sub-17 y las cuatro perdidas. No hay duda de que esta competición se le resiste al fútbol español. Aquella primera Selección que perdió en el 91 ante Ghana con Sandro como estrella; esa otra de Fábregas y Jurado que se vio superada por Brasil en Finlandia, en 2003; la de De Gea, Camacho y Bojan en Seúl, también derrotada ante Nigeria y por penaltis; y por último, la que sucumbió en la India ante Inglaterra, esta de Abel Ruiz. Cuatro varapalos muy grandes para chicos que tocaron con la yema de los dedos una gloria que de momento se resiste. Estuve en alguna de esas finales perdidas y no hay mayor tristeza que ver desconsolados a jóvenes que perseguían un sueño. Afortunadamente para ellos, más sueños les esperan a partir de ahora. 

India. Se agradece ver un Mundial Sub-17 con tanta gente en las gradas y además que sean indios poco acostumbrados a partidos de tanta trascendencia. Otra cosa es analizar lo que ha supuesto jugar un torneo de estas características en unas circunstancias tan tremendamente duras. Los 30 grados y 80% de humedad que hubo en la final fueron la media del Mundial. Teniendo en cuenta que los protagonistas eran adolescentes, quizá haya que preguntar a la FIFA sobre la ética que con mucho gusto se saltaron para ganar dinero a cambio de la salud de unos niños. No se crean que las imágenes habituales de calambres en los finales de partidos les harán cambiar de opinión: Ruanda y Singpaur se postulan como sede de 2019. 

Sergio Gómez. Marcar dos goles en la final de un Mundial y que no sirvan para nada es algo muy frustrante. Sergio Gómez seguro que encuentra en esos dos tantos la inspiración para seguir quemando etapas en su carrera como viene haciendo hasta ahora. El Barça, su club, vive una etapa turbulenta en cuanto a la relación con sus canteranos. Varios de ellos se marcharon al no notar la confianza suficiente de la entidad y ahora viene otra remesa de talentos a los que habrá que buscarles un hueco privilegiado entre sus equipos filiales: Morey, Miranda y los goleadores Sergio Gómez y Abel Ruiz. ¿Dónde ubicarles para que se sientan lo suficientemente valorados? 

Foden. Vaya perla tienen los ingleses y el Manchester City en Phil Foden. Igual que el Chelsea en Hudson-Odoi. Los dos extremos de los ‘pross’ hicieron añicos a La Rojita, cada uno a su estilo. Ya había advertido Guardiola cuando le hizo debutar este verano con el primer equipo que Foden es uno de los juveniles más espectaculares que jamás vio. Sus dos goles en la final, más los innumerables problemas que causó a la defensa española, lo ratificaron. En algunas cosas recuerda a Gareth Bale y si mantiene la misma capacidad de trabajo que hasta ahora puede ser su sucesor. Tiene la zancada de un jugador de rugby y la calidad en la pierna izquierda de un creador de fútbol.