Caracol Radio
NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Guerra NFL - Trump

La NFL llamaba a Donald Trump "mercachifle de mierda"

El odio del Presidente de los Estados Unidos hacia la liga de fútbol americano profesional tiene su origen en los años 80, cuando quiso tener un equipo.

La NFL llamaba a Donald Trump "mercachifle de mierda"

No importa cuan poderoso se sea, cuanto se tenga, ya sea algo material o espiritual, a que cimas se lleguen en la vida, que la fuerza motriz más importante de cualquier ser humano siempre serán sus deseos y frustraciones, los anhelos individuales y grupales, la percepción que alguien tenga de sí mismo y la que tengan los demás. Somos animales sociales y es de todo punto inevitable comportarse como tal. Algunos individuos lo camuflan algo mejor, batallan contra ello, y otros no lo pueden evitar ni parece que lo intenten, dejando que sus inseguridades de cara a la galería les dominen.

Si tuviese que apostar, diría que Donald Trump, el Presidente de los Estados Unidos de América, es de estos últimos. Ha dejado sobradas pruebas de que le ofenden personalmente todos los desprecios de los que ha sido objeto en su vida y que sus acciones tienen asociado una perpetua búsqueda de la aprobación de los suyos. En ese contexto se puede encuadrar su actual guerra abierta contra la NFL.

Como con casi todo lo que sucede con este personaje, el centro es él. El debate comenzó siendo por la legítima, si bien no para él, protesta de algunos jugadores de la liga por las desigualdades sociales en el país y ha acabado siendo, tal y como podía esperarse, un debate sobre Donald Trump. Siempre lo mismo. Y lo que subyace bajo esta superficie es que el hoy Presidente odia con todas sus fuerzas a la NFL, y ésta le corresponde con un desprecio nada disimulado. Un asunto tan personal, tan nimio como este, ha llevado a una de las personas con más poder del mundo a enfrentarse a calzón quitado con la liga deportiva más grande de su país y del planeta.

Porque Donald Trump lleva enamorado de la NFL toda su vida. Para ser exactos, de los propietarios de la NFL. Los veía como un club de caballeros, una selecta hermandad de adinerados que se reunían para dirigir el mayor espectáculo del mundo. No era tanto el dinero como el estatus lo que le atraía.

A mitad de los años 80, en 1984, se reunió con el entonces comisionado de la NFL, Pete Rozelle, para comprar un equipo. En concreto, le interesaban los Dallas Cowboys, pero le aseguró a Rozelle que estaba dispuesto a lo que fuera para entrar en el grupo.

Tras alguna reunión más o menos secreta, la respuesta de la liga fue categórica: de ninguna de las maneras. De hecho, llegó a oídos de Trump lo que el resto de los propietarios le llamaba, que era, literalmente, "mercachifle de mierda". Le veían como un chaval (40 años entonces) que había hecho dinero en Nueva York pero que no era más que un vendemotos.

El enfado de Trump fue tal que compró un equipo de la liga rival de la NFL, llamada USFL. De hecho, ni siquiera era rival entonces, pues se jugaba en primavera. Debido a la entrada como un elefante en una cacharrería del "mercachifle de mierda" en esta competición, con nada menos que el equipo de Nueva Jersey, movieron las fechas al otoño para competir con la NFL y la demandaron por uso de posición de poder.

Fue un suicidio, claro. Ganaron el juicio... y se llevaron tres dólares. El objetivo de Trump al mover su liga a otoño era que, de alguna manera, la NFL absorbiera su franquicia. Una idea desquiciada y absurda. La USFL desapareció tras un par de años con Trump entre ellos y uno de sus máximos impulsores, John F. Bassett, hombre de negocios que tenía en propiedad el equipo de Tampa Bay, y del que no consta que nadie haya dicho nada malo nunca, escribió una carta a Trump en la que le decía que la próxima vez que se comportara como un energúmeno le "pegaría un puñetazo en la cara". Bassett no pudo hacerlo porque falleció, de cáncer cerebral, a los pocos meses de ver perecer su sueño de la USFL.

Hace tres años, y antes de que se le ocurriera competir por la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump quiso comprar los Buffalo Bills. La historia del mundo habría cambiado en caso de que lo hubiera conseguido. Ésto lo está escribiendo un fan de los Bills, así que diré que prefiero como han salido las cosas, aunque eso nos cueste la desaparición de la raza humana (...), aunque entiendo que cualquier persona no perteneciente a la #BillsMafia habría preferido que Trump estuviera ahora mismo al frente del equipo de Buffalo en vez de donde lo tenemos. Diferentes prioridades, supongo.

El resultado fue el mismo que en los 80. Roger Goodell en persona, el actual comisionado de la NFL, forzó la subasta y urgió a Terry Pegula, empresario del gas radicado en Buffalo y que también posee los Sabres de la NHL, a que se quedara con el equipo y, así, evitar la entrada de alguien non grato en el negocio del football.

Poco después de saber que no se haría con los Bills y que esta vez tampoco era admitido en el club de sus sueños, Trump comenzó a tuitear que la liga era muy aburrida, que era muy blanda, que ya no tenía interés. Si estáis familiarizados con la fábula de la zorra y las uvas de Esopo entenderéis bien esta actitud.

Ahora, en una situación en la que el equilibrio de poder entre los protagonistas de esta historia ha cambiado tanto, y de manera tan sorprendente, el Presidente de los Estados Unidos se comporta como un rencoroso envidioso y arremete con todo contra la NFL. Porque, en el fondo, lo único que le importa es mostrarles que les ha ganado y que está por encima de ellos, les quiere hacer pagar sus desprecios.

Así se escribe la historia. Como me dijo una mujer mucho más lista que yo, todos somos personas todo el tiempo, e incluso aquellos que deberían ser más una institución que unos individuos se pueden dejar llevar por sus instintos más básicos, como son el rencor y la necesidad de aceptación en este caso. Y si hablamos de Donald Trump, que ni siquiera intenta ser una institución, más aún.