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ELÍAS ISRAEL

Dudar de Cristiano Ronaldo es una temeridad gratuita

El depredador, por excelencia. Por mucho que Aubameyang mostrase algo de su repertorio, no hay goleador en el mundo como Cristiano Ronaldo. Dudar de él es una temeridad. Su gesto torcido tiene que ver con su autoexigencia, marque o no marque. Su cabeza siempre está en el próximo gol. El secreto de su éxito es que nunca se recrea en lo conseguido. Después de dos partidos ligueros en blanco, Cristiano lo volvió a hacer en un escenario grandioso, ante un rival del máximo nivel, donde nunca había ganado el Madrid.

Bale, de altos vuelos. Con espacios, el galés es un futbolista formidable. Su actuación fue espectacular, marcando un golazo de bandera, cuando los fantasmas de las ocasiones inacabadas ya empezaban a planear de nuevo. Además, despliega todo su potencial en carrera. El Dortmund, con su defensa adelantada y sin presión al balón, fue una bendición para las virtudes de Bale. Eso sí, el madridismo tembló cuando le vio sentarse en el suelo y, después, salir del campo. Merece la continuidad de una temporada completa para ver la auténtica dimensión de su fútbol.

La importancia de los laterales. Mucho de lo que le ha faltado al Real Madrid en este inicio de temporada, más allá de la puntería, tiene que ver con el peso de sus laterales en el juego ofensivo. Gran parte del éxito del equipo blanco el curso pasado tuvo que ver con eso. Además de ponerle un monumento a Nacho, impresionante su rendimiento donde se le ponga, Carvajal dio ayer esa dimensión superlativa en defensa y en ataque, que tanto necesita su equipo.

Mis respetos, Manolo Márquez. Es tentador pensar que tres cambios de entrenador en seis jornadas hablan de locura en el fútbol. Los tres casos parecen distintos. Zubeldía fue una elección desde la admiración que emana un buen relato. Sus hechos, con un equipo nuevo, llevaron a otra cosa; la renovación de Fran Escribá en Villarreal vino desde el resultado, no desde el convencimiento y, con ese antecedente, la paciencia no existe. Manolo Márquez es otra historia. Las Palmas le duele. Se sintió parte del problema y decidió echarse a un lado del sueño de su vida. Difícil mostrar tanta dignidad en una decisión.