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Contador se bajó de la bici en Cibeles

Fue emocionante. La Vuelta entraba en Madrid y el pelotón ralentizó para que Contador se adelantase y entrara en cabeza, recibiendo las ovaciones del público que abarrotaba las aceras. Mucho público, como en los pueblos de aproximación a Madrid, como en todas las etapas anteriores, en cualquier sitio. La Vuelta ha resultado brillante y sus transmisiones han estado a la altura. Al estilo del Tour, la televisión ha mostrado los paisajes, los monumentos, ha desvelado sus secretos geológicos. Todo muy bien narrado por Carlos de Andrés y Perico Delgado. La Vuelta hace ‘Marca España’. Esto se televisa a muchos países.

Ganó Froome, puede decirse que de punta a cabo. Se le agradece el interés y la simpatía que ha mostrado desde hace años por esta carrera, y su insistencia en ganarla. Esta era su sexta participación. Es el supercorredor del momento y su presencia da prestigio. Pero el gran espectáculo lo ha puesto Contador, rezagado fatalmente el primer día de montaña, en Andorra. Pero no dejó que las cosas se quedaran así. Era su última carrera y se batió como una fiera cada vez que la carretera se empinaba. Ataques largos, a veces imprudentes, siempre emocionantes. Hasta que ganó el premio gordo, la victoria en solitario en el Angliru, la cima mítica.

Cuando la carrera rindió viaje en Cibeles, después de varias vueltas a un precioso circuito por lo mejor de Madrid (animadas por la pelea de Froome con Trentin por el maillot verde), Contador se bajó de la bici para siempre. Lástima. Aún le quedan balas en la cartuchera. Pero también es hermoso verle retirarse así, en plenitud. No todos lo han conseguido. Tres días citó como los más felices de su carrera: su debut como profesional, su primer Tour y este de su feliz despedida. Pleno, aclamado por la muchedumbre de Cibeles, entre la que seguro que menudeaban los pinteños, con la satisfacción del deber cumplido. Hasta siempre.