Real Madrid no pasa del empate ante Levante en casa
El Madrid ya se ha dejado cuatro puntos en esta Liga. El Levante fue un muro infranqueable. Se lesionó Benzema, perdonó mucho Bale y Marcelo acabó expulsado.
La espera por Cristiano se le está haciendo larga al Madrid. Si la continua mejora del pelotón de centrocampistas le ha restado influencia fuera del área, dentro sigue siendo irremplazable. La producción del Madrid baja a la mitad sin él y los apuros se duplican. Volvió a suceder ante el Levante, un modelo de organización, un equipo envalentonado, contra el que percutió sin éxito el grupo de Zidane, que ensayó su primera gran rotación del curso. Se lesionó Benzema, sigue seco Bale, Asensio o Isco son más agitadores que goleadores y no sacó nada el equipo de esa doble vía que abrió en izquierda con Theo y Marcelo. El caso es que al Madrid se le han ido ya cuatro puntos en tres partidos y ve amenazada su felicidad.
Nunca hay plantilla suficiente. Ni encerándola cada verano ni exprimiéndola hasta el extremo, como es costumbre de Zidane. El Madrid vendió a Morata, De Burgos llevó a la perdición a Cristiano, Benzema se rompió antes de la primera media hora y Mayoral estaba en el palco de jugadores. Así de huidizo se convirtió el gol para un equipo ampliamente reformado, nominal y geográficamente, sin seis titularísimos, de banda ancha, con Marcelo y Theo dándose relevos en su correrías, con Asensio de mediapunta y de comandante en jefe, con Llorente recibiendo el mensaje de que no se pudrirá en el banquillo, con un 4-1-4-1 cargado de centrocampistas, mensaje de un tiempo nuevo.
Este Madrid de los ‘millenials’ pasó, sin embargo, una mañana de fatigas porque el Levante fue un buen ejemplo de la grandeza de esta Liga: un equipo hecho con poco dinero y mucho entusiasmo, subversivo como un novillero, bien colocado siempre, con músculo y colmillo. Y al que un gol tempranero masajeó el ánimo. Un gol de poca elaboración: un saque de banda larguísimo, que pasó sobre el paraguas de atacantes y defensores e Ivi controló tan heterodoxamente que hizo perder a Carvajal la vista de la pelota y el sentido del espacio. Cuando quiso intervenir Casillas el gol era irreversible.
Inclinado a la izquierda.
No se afligió el Madrid, inclinadísimo a la izquierda, desde donde Theo ofreció una muy grata impresión, con velocidad, desmarque y ganas de triunfar. Pisó mucho el área valenciana, donde le hicieron un penalti no señalado. El equipo de Zidane fue avanzando pasos en su dominio, echando de menos la alta dirección de Modric, pero buscando soluciones para sacar de su encierro al Levante, especialmente con balones largos al espacio, y poca movilidad arriba. Sólo resultó la medicina tradicional: el córner de Bale y el cabezazo de Ramos. Fue un gol a la segunda, de Lucas Vázquez, tras rechace de Raúl. Un gol de descompresión, aunque hasta entonces se había visto un Madrid irreprochable, pero desmochado arriba. Más cuando se lesionó Benzema. Ahí mandó Zidane a Bale, para el que quería más descanso y una tregua con la grada hasta que pueda legitimarse de nuevo en su papel de gran estrella. Con un aire mustio y una pérdida de velocidad muy apreciable se le fueron dos ocasiones antes del descanso: un cabezazo que se escapó por medio metro y un mano a mano ante Raúl que quiso resolver con el exterior de su pie izquierdo. La derecha le hubiese abierto más posibilidades, pero desconfía mucho de ella.
En cualquier caso, esa irrupción de Bale acobardó al Levante, que aculó su defensa en maniobra de protección contra el juego en largo que tan bien le iba al galés. Fue tras el descanso, que acentuó el sosote mando del Madrid, muy desgarbado en cuanto se acercó al área. Zidane fue dándole vueltas al once. Primero con Isco y luego con Kovacic, dos soluciones por dentro en partido definitivamente balonmanizado, en torno al área del Levante, donde los de Muñiz se habían quedado ya a vivir. Bale rozó otra vez el gol, Kroos y Asensio probaron de lejos porque de las inmediaciones de Raúl estaban ya intransitables. El meta le sacó después a Asensio un buen remate cruzado; Bale ganó, por enésima, vez un salto y perdió, por enésima vez, la portería y el palo evitó un gol decisivo de Kroos. La roja a Marcelo y la asunción del papel de ariete por parte de Ramos pusieron punto final al inesperado gatillazo.