Froome ya está donde quería
Si no conocen el libro o no lo han leído aún, aprovecho para aconsejárselo. Se titula ‘¡Viva la Vuelta!’, sus autores son británicos, y repasa la carrera desde sus orígenes hasta 2012, siempre en el contexto social y político del momento. Durante sus casi 500 páginas, editadas por Cultura Ciclista, se puede comprobar que, muchas veces, los organizadores de la Vuelta a España diseñaban un recorrido a la carta para agradar a la bien pagada estrella extranjera. Pasó con las cronos para Anquetil y Poulidor, con el suave trazado para Maertens o con las bonificaciones para Kelly. Este martes se celebra una contrarreloj de 40 kilómetros en Logroño que, si nos trasladáramos a otra época, podríamos pensar que está hecha a la medida de Chris Froome. Algo de ello hay, aunque ni mucho menos con el descaro de antaño.
La actual Vuelta no renuncia a su esencia para contentar a nadie. Metas en alto, rampas imposibles, etapas cortas, escasos sprints... Nunca ha faltado una crono, aunque algunos años se ondulaba para no perjudicar a los escaladores. La de esta edición se adapta mejor a Froome. Y sin ella en el trazado, posiblemente no hubiera venido. La Vuelta es agradecida con el africano, que insiste en participar después de ganar el Tour de Francia, porque aquí se descubrió en 2011 como ciclista de grandes rondas. Ama la carrera y el país, siempre lo dice. Froome ya está donde quería. Llega a su fecha clave vestido de rojo y con su rival más cercano, Vincenzo Nibali, a 1:01. Si al final gana la Vuelta, como parece, no será sólo por la contrarreloj, pero con ella se siente más seguro. Ese día habrá cumplido un desafío. Y su nombre dará lustre al palmarés.