Blake Bortles: cinco pérdidas de balón ante su hora de la verdad
El quarterback de los Jacksonville Jaguars afronta su ser o no ser en la NFL con muy malas sensaciones tras un día espantoso en el training camp.
Una de las costumbres más deliciosas de la NFL es la del lunes de sobrerreacción. Ocurre el día posterior a la primera jornada de la temporada regular y sirve para sacar de quicio todos los resultados, retorcerlos como un muñeco de trapo y presentarlos como evidencia de lo que va a ser la campaña para los equipos. Tal aspirante perdió y va a acabar 0-16, tal equipo mediocre ganó y la Super Bowl ya aparece en su camino. Año tras año nos pasamos esa semana argumentando a mayores con un sentimiento a medio camino entre la duda y, sin duda, la broma general de saber que no hay nada definitivo tras un sólo partido.
Qué decir cuando hacemos lo mismo tras algún encuentro de pretemporada, que también pecamos de ello. O, como es el caso de finales de julio, cuando lo que estamos haciendo es juzgar los primeros entrenamientos de los training camp. De locos, sobrerreaccionar a estas alturas es de locos.
Sobrerreaccionemos
Pues os quería contar que Blake Bortles lanzó cinco intercepciones ayer en los primeros entrenamientos serios de los Jacksonville Jaguars 2017. Las dos primeras cayeron en ejercicios de siete contra siete, las tres siguientes en unos más apropiados de once contra once. Cuentan los que las vieron que fueron balones lanzados sin buenas lecturas, sin tener cuidado de como se desarrollaba la jugada y con la presunción de que el quarterback arriesgaba donde no debía.
¿Os suena? Sí, claro: el Blake Bortles, el mismito, que hemos visto en las tres primeras de su andadura por la NFL. Y es ahí donde quiero poner la atención.
El QB de los Jaguars se está jugando su futuro en sentido literal, estricto y contundente. Habiendo sido un número tres del draft, tuvo un trienio de colchón para acomodarse a la liga. Dado que el equipo no sólo no compitió sino que se convirtió en uno de los patitos feos de la competición, el quarterback pasó a ser un clásico ejemplo de proyecto sin evaluar. Demasiado capital invertido en él como para lanzarlo a los leones por unas derrotas que se entendían, con lógica, como del equipo.
Sin embargo, ese periodo de gracia terminó y, con él, el escudo de protección de Bortles. Los Jaguars han cambiado de entrenador, ahora dirigidos por Doug Marrone, y de hombre fuerte en la relación entre los despachos y el campo, puesto que ocupa Tom Coughlin. Ninguno de estos dos señores eligió en el draft a Bortles, ninguno de estos dos señores tiene que responde por él, ninguno de los dos perderá crédito profesional si deciden prescindir de él.
Además, contractualmente está en el cuarto y último año de su contrato rookie y eso hace de él un juguete en manos de Jacksonville. El equipo le ha ampliado a un quinto año esta relación por lo que podría ganar en 2018 casi 20 millones de dólares, los mismos que en estos primeros cuatro años juntos, pero, he aquí la clave, sin un sólo céntimo garantizado (salvo en caso de lesión): podrían cortarle sin contabilizar nada contra el espacio salarial al término de esta temporada.
Por si fuera poco lo anterior, la sensación de que la defensa de los Jaguars tiene talento como para ser de las mejores de la liga, algo que creen firmemente jugadores tan contrastados como Calais Campbell o Malik Jackson, obligan al ataque a responder con contundencia para despejar las muchas dudas que generan.
Es por eso que Blake Bortles se encuentra en una de las posiciones de más presión de toda la NFL. Nuevos jefes, que ya no le miran como a un niño bonito sino con la exigencia de ganar ya, un contrato que da vía libre al equipo a tomar la decisión que estime sin contrapartidas, unos compañeros reputados y en los que se ha gastado un pastizal: es ahora o nunca para el quarterback.
En sus tres primeros años Bortles fue una máquina de perder balones. 63 pérdidas, 51 intercepciones, 11 de ellas retornadas para touchdown... son números espantosos. Nadie le perdonará otra temporada de ese calibre. Así que, sí, desde luego, tenéis razón, usar las cinco intercepciones de ayer en el training camp es una sobrerreacción estúpida que no significa nada y de la que nada podemos sacar de cara al futuro, pero lo cierto es que es imposible sustraerse a la sensación de que los nervios propios de vivir entre la espada y la pared no van a ayudar a que, de repente, Blake Bortles entienda que el primer mandamiento de su trabajo es no perder el balón. Y se está jugando toda su carrera en ello.