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Y Wimbledon hizo la ola...

Adiós con el corazón. Con el corazón encogido y con el corazón acelerado. Adiós a Rafa Nadal en Wimbledon después de salvar cuatro bolas de partido y de casi cinco horas de lucha. Una de esas veces en las que la derrota duele pero no escuece. Wimbledon y la hierba tienen estas cosas. Gilles Muller, con 34 años y sin resultados de relumbrón pese a ser 26º del mundo, llegaba en un momento dulce (10-1 de balance en el pasto con un título en Hertogenbosch) y su juego se adapta como un guante a la superficie. Lo aprovechó. Pero la derrota, lejos de dejar tocado al campeón de Roland Garros, debe reafirmarle en la idea de que ha recuperado su sello. La impronta que le ha hecho ganar 15 grandes. El espíritu indomable sigue vivo con 31 años.

Nadal ganó más puntos que el luxemburgués (198 por 191), consiguió más servicios directos que en cualquier otro partido de su carrera (23), lo intentó todo, pero se encontró enfrente a un rival en estado de gracia. Con su derrota se esfuma la posibilidad de conseguir el número uno en Londres, un acicate antes de llegar al All England. No pasa nada. De aquí a final de año tan solo defiende 370 puntos. Lo volverá a rondar. Y a una número uno derrotó Garbiñe Muguruza, Angelique Kerber. Revive en el torneo que le elevó al cielo con la final de 2015. También fue un partido de coraje. Para tenistas sin miedo. El que no tuvieron Nadal y Muller. La seria grada de Wimbledon, tan recataca siempre, acabó haciendo la ola y gritando “¡Rafa, Rafa!”. La caída no debe dejar heridas.