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Y eso que no quería ser entrenador

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Al colgar las botas en 2006, Zidane no podía imaginar ni un solo segundo que iba a entrar en el club muy privado de los entrenadores más laureados del Madrid. Porque, sencillamente, descartaba radicalmente convertirse en técnico. Fue un proceso muy largo y las funciones de “asesor” o de “director del primer equipo” que ocupó (rechazando cualquier tipo de remuneración) y el máster de mánager deportivo que estudió en Francia, le ayudaron a darse cuenta de lo que de verdad le apetecía hacer en su nueva vida. Hace unos seis años, me comentó algo que resume a la perfección cuál es su manera de sentir las cosas. “Quiero que mis ideas y mis decisiones se vean en el césped”, me explicó cuando todavía no había anunciado su decisión de sacarse el carné de entrenador.

Y, para ello, puso todo a su favor. Estudió esta nueva profesión en Francia, dónde hacen falta tres años para recibir el diploma (mucho más que en España) y visitó a numerosos grandes entrenadores de toda Europa. Su humildad a la hora de aprender fue clave pero, siguiendo el consejo de Ancelotti, no quiso imitar a nadie sino crear su propio camino y su propio estilo. Como futbolista curraba mucho, pero su inmenso genio le permitía improvisar. Como míster es todo lo contrario. No se puede hablar de talento natural sino de trabajo, de organización y de sentido común. Dos formas de llegar a lo más alto. Para un mismo hombre.