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Kevin Durant y mamá Wanda

Kevin Durant ya tiene el anillo que quería. Ocho años y una final después de intentarlo sin éxito en Oklahoma, se unió a un equipo ganador para acortar su carrera hacia la gloria. Su decisión generó una tormenta de críticas de viejas glorias de la NBA. Bird afirmó que jamás se hubiera unido a los Lakers de Magic y Barkley le acusó directamente de “hacer trampas”. El tiempo ha dado la razón a Durant, que además se ha pedido un papel principal. En los cinco partidos pasó de los 30 puntos (38, 33, 31, 35 y 39) y ha sido el MVP de las finales. Las lágrimas de su madre Wanda, sin la que es imposible comprender la carrera de Durant desde sus primeros días en Washington, ya están en la historia. “¡Te lo dije cuando tenías ocho años!”, retumbó su grito en el Oracle.

Ganan, en fin, los Warriors, que el año pasado fueron señalados por gestionar mal la temporada y perder la final después de batir el récord de victorias en la fase regular: el famoso “73-9 don’t mean a thing without the ring” (“no significan nada sin el anillo”). Y vive una edad de oro la NBA. Al paso por el cuarto partido, las audiencias andaban un 15% más altas que en 2016 y eran las finales más vistas desde 1998, el año del sexto anillo de Michael Jordan. LeBron, que persigue su leyenda, perdió la quinta de sus ocho finales. El Elegido de Akron ya es el máximo anotador de la historia de los playoffs y tercero de las finales (sólo tiene por delante a Jerry West y Kareem), pero con los Warriors le ha salido un grano. Él no se va a rendir. “No tengo que bajar la cabeza. Volveremos”.