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Las peleas, el penal y un extraordinario Mundial

El recorrido fantástico, de fábula, de Venezuela en el Mundial Sub-20 terminó con un subcampeonato, con una Inglaterra ganando un título mundial que no conseguía desde 1966, y con la desolación de lo que podía ser y no fue para los sudamericanos.

Inglaterra demostró su potencia física y pegó cuando debía. Venezuela lo intentó de todas las formas posibles, pero ni siquiera un penal, ratificado bajo el recurso del VAR, fue suficiente para lograr igualar el partido.

El hecho de ser subcampeones juveniles no solo es el logro más importante en la historia del fútbol venezolano, por lo que hay que estar orgullosos de cada uno de estos adolescentes. Es también el camino que marca esta generación, que se ve próspero y optimista.

Pero queda la sensación de que pudo ser más. Las finales también se juegan antes de que el árbitro pite el inicio del partido y Venezuela llegó con algunas manchas; sobre todo con una de sus figuras, el polémico Adalberto Peñaranda.

Varias agencias de noticias internacionales reportaron una pelea en el hotel de concentración entre jugadores de Venezuela y Uruguay. Se especula que el detonante de la riña pudo ser el jugador del Málaga, con algunas publicaciones pasadas de tono, luego de vencer a la escuadra charrúa en semifinales.

Peñaranda, que había sido figura en el partido anterior, tuvo un individualísimo desempeño en la final, cuando este tipo de encuentros solicita un juego colectivo, de equipo. Así es su estilo y nadie duda de su excelso talento, pero el fútbol se trata de quién toma mejores decisiones y en eso vaya que debe mejorar el teñido delantero.

El jugador nacido en El Vigía falló un penal que había provocado, que servía para empatar el encuentro y darle vida nuevamente al sueño mundialista, al minuto 73. La parada del guardameta del Newcastle Woodman, ante un remate algo centrado, será difícil de olvidar.

Esperamos que tenga la fuerza mental para levantarse de esto y así poder borrar la imagen que quedó con su llanto desconsolado al ver cómo los ingleses se colgaban la medalla dorada. Tiene tiempo, juventud y talento para lograrlo. Pero debe trabajar en ello.

Venezuela logró un estilo de juego, un manual de estilo al cuál apegarse, y la fuerza que obtienes de conseguir resultados ante las grandes potencias mundiales. Es hora de darle continuidad a este proyecto en la selección de mayores.

Será un proceso lento, con Catar 2022 como objetivo. Pero hay material para sentirse optimistas y trabajar para el futuro. Gracias a estos chamos, Venezuela se unió en un solo grito, en medio de uno de los procesos políticos, sociales y económicos más duros en la historia del país. Nuestros chamos son unos campeones.