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SPURS 110-ROCKETS 107 (3-2)

Heroico: los Spurs de Pau ganan y acarician la final del Oeste

Lesión de Kawhi Leonard, prórroga... y triunfo increíble para los Spurs ante un Harden desesperado. El sexto partido, mañana en Houston.

Heroico: los Spurs de Pau ganan y acarician la final del Oeste
RONALD MARTINEZAFP
astv

La memorable no siempre tiene que ser hermoso, mucho menos en el deporte. A veces la historia se escribe entre tramas de nervios, golpes y errores, en una pulsión de pura supervivencia. A veces los héroes no se presentan voluntarios sino que lo son porque ha caído el compañero que tenían delante, porque de pronto les llega la bola a las manos. A veces, y esa es la grandeza de los playoffs, dos equipos acaban desnudos uno frente a otro, intercambiando golpes erráticos como boxeadores sonados, con la certeza de que ganará, sencillamente, el que quede en pie cuando todo lo demás se haya desplomado. Aunque sea con el último hilo de vida. Así ganaron los Spurs (110-107) a los Rockets, así pusieron el 3-2 y así nos dieron una noche de drama y puro clímax de playoffs. Una de esas ceremonias de plomo y sangre que siempre se agradecen, más ahora que los paseos en carroza de Warriors y Cavaliers acaparan el debate NBA.

Spurs y Rockets: la batalla de Texas, el derbi de la Interstate 10 y dos equipos que casi siempre están en playoffs (los Spurs siempre, de hecho)… pero que no se enfrentaban en las eliminatorias desde 1995, cuando resonaban de lado a lado de esa carretera I-10 los palos de David Robinson a un Hakeem Olajuwon que aun así promedió 35 puntos y 12 rebotes y puso a los suyos en las Finales, rumbo a su segundo anillo consecutivo. Aquella serie fue la última entre estos enemigos íntimos hasta hoy, también la última que los Rockets han ganado desde un 2-2, un resultado que desde luego parece más maldito después de esta derrota en la prórroga y en un partido que los de D’Antoni tenían que haber ganado a partir de casi cualquier medidor. Contra un equipo que jugaba en casa y que acabó la Regular Season con 61 victorias, sí, pero que pareció siempre la presa hasta que se sacó un triunfo heroico, épico, horriblemente hermoso y de un valor incalculable: con 2-2, el ganador del quinto se lleva las series a siete partidos en el 83% de los casos (162-34). Mañana, noche del jueves al viernes (02:00 hora española), sexto en Houston. Si ganan los Spurs, el domingo estarán jugando contra los Warriors. Si pierden, ese día habrá séptimo y el martes arrancaría la final del Oeste en el Oracle, donde espera una bestia de mil cabezas que parece, en cuanto se toma un poco de perspectiva, el otro claro ganador (quizá el mayor) de esta abrasadora batalla texana.

Porque después de Tony Parker e Hilario Nene, cayó Kawhi Leonard, que ya jugaba con problemas de rodilla cuando se torció el tobillo en el tercer cuarto. Lo intentó un par de veces, pero vio el final del partido y la prórroga en el banquillo, inmóvil. Sin él y sin Parker, casi contra la lógica y sin apenas puntos, los Spurs se aferraron a la vida tras un gran primer tiempo (58-60) y a través de un segundo deforme (24-22 entre el último cuarto y la prórroga), con siete jugadores de los dos equipos por encima de los 40 minutos, las rotaciones reducidas a la nada y los sistemas hechos papilla. Al final ganó el que tiene más vidas, o sencillamente el que tenía más ganas de vivir cuando parecía que todo dependía de que entrara una simple canasta. El que supo adaptarse a cada contratiempo y pelear tras cada fallo como si hubiera vuelto a amanecer. Los Rockets, mucho más estéticos cuando fluyen, se quedaron sin plan b cuando había que correr entre trincheras: 11/33 en triples los locales, 16/48 unos visitantes incapaces de anotar sus tiros liberados después del descanso, cuando los Spurs boqueaban (63-72, 67-75…) y se jugaba a su ritmo. Entonces no supieron ganar el partido. Después lo perdieron.

Y lo perdieron porque fueron más generosos en el intercambio de regalos: fallaron más, fallaron peor. Los Spurs vivieron del rebote ofensivo y de arañar puntos con una sucesión de apariciones casi marianas: Aldridge, Mills y finalmente Green (siete puntos en el último minuto de la prórroga) y un Ginóbili que fue rejuveneciendo a medida que se la acumulaban problemas a su equipo: casi 32 minutos en pista, 12 puntos, 7 rebotes, 5 asistencias, la última canasta antes de la prórroga (a 34 segundos y antes de una falta en ataque de Harden y un triple fuera de tiempo de Mills) y el tapón que selló el triunfo, recuperando desde atrás cuando Harden trataba de forzar otro tiempo extra. Manudona.

Popovich se aferró a sus armas con la fe de quien no tiene otras. Sacó a Murray del quinteto y de la rotación y metió de titular a Mills. Sacrificó a Pau Gasol (jugó 20 minutos) en cuanto su equipo dejó de sacar partido a las dos torres contra los quintetos minúsculos de los Rockets y lanzó sobre Harden, cuando no tenía nada más que lanzar, a Jonathon Simmons, que forzó cuatro pérdidas decisivas del aspirante a MVP, incluido un robo esencial con 101-104 y 90 segundos por jugar.

Harden, historia conocida esta temporada, se limitó a amasar posesiones cuando hubo que jugar en el alambre. Ahí el estilo híper móvil y volátil de los Rockets se estanca y todo queda en manos de un solo jugador, excelente pero finalmente agotado: tras un primer tiempo magistral (23+8+5 con un 8/13 en tiros), Harden se congeló primero y se disparó en el pie después. Tantas veces como necesitaron los Spurs. Terminó en 33+10+10 pero 9 pérdidas, tres en una prórroga en la que se enfadó con los árbitros y con sus compañeros (puede que en ambos casos con razón) y no dio una a derechas, incapaz de leer las obvias zonas débiles de la defensa de los Spurs. Problemas de comunicación y problemas de puntería: 5/7 en triples para Beverley pero 4/17 entre Gordon, Williams y Anderson. La mayoría, tiros que normalmente meten. Que desde luego tendrían que haber metido con más de media temporada en el alambre.

Los fallos fueron limando la confianza de unos Rockets inestables en cuanto se salen de su hoja de ruta esencial. Como su sensación de superioridad no se acomodaba al marcador llegaron los nervios y la angustia. Y ahí se consumieron ante un rival con un millón de vidas… al menos esta noche. La eliminatoria, y desde luego la suerte de los Spurs en estos playoffs, depende ahora del alcance de la lesión de Kawhi. Pero al menos esta batalla de la I-10 se quedó en San Antonio. Supervivencia, épica, resistencia, fe y energía más allá de las fuerzas. La definición del partido y, no es casualidad, también la definición de la actuación de Manu Ginóbili. No hay nada como asistir al final de un jugador histórico para entender que, en realidad, ya es eterno.