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Si Morata jugara en el Bayern

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Morata es el gran enigma de la temporada, y así se demostró en la victoria del Madrid en Granada. No temió un minuto por el partido. Arrancó el encuentro y marcó un gol de bandera, antes de amenazar con la goleada del año. Bajó el pistón en el segundo tiempo, aunque se sucedieron las oportunidades, desbaratadas por el portero, los remates imprecisos y el punto de egoísmo de los jugadores. Invitaba tanto el Granada a la goleada que más de alguno andaba con los dientes largos. Detrás quedó una actuación más que convincente.

El Madrid atraviesa el mejor momento del año, y puede que de muchos años a la redonda. Ha encontrado un singular equilibrio entre los titulares, que son buenísimos, y los suplentes, que a veces parecen mejores. Esta paradoja es tan infrecuente en el fútbol que haría bien la hinchada en disfrutar de esta fenomenal aventura. No suelen durar mucho.

Ayudó el Granada, dispuesto a repetirse en cada partido. Ha sido un reloj durante toda la Liga. Ha jugado mal o muy mal. Pocas veces se ha visto a un equipo tan desorientado en el fútbol español. No le ha favorecido un modelo que hace saltar por los aires cualquier posibilidad de comunicación. Desde afuera, los jugadores del Granada siempre han dado la impresión de no entenderse, no hablarse y no comprometerse. Más que un equipo es un depósito de futbolistas.

Morata anotó dos goles. Ha logrado 15 en 24 partidos de Liga, un porcentaje notable para un delantero que se ha sentido titular muy pocas veces. Cuando Benzema estaba lesionado, más o menos. Es fácil ser el suplente del jugador francés. No le faltan críticos, pero es un delantero extraordinario. El problema de Morata es que ha nacido para ser titular, en gran medida porque su progresión no se detiene. En una temporada que le estará resultado frustrante por su condición de suplente (apenas ha aparecido en los grandes partidos de la Liga y la Copa de Europa), Morata ha mejorado notablemente. Dice mucho y bueno de sus cualidades y de su ambición.

Para medir a Morata hay que imaginarlo en cualquier otro de los grandes equipos. Por ejemplo, en el Bayern, donde Lewandowsky se ha erigido en uno los mejores arietes del mundo. ¿Es más rápido que Morata? No. ¿Más técnico? No. ¿Depende de sus compañeros más o menos que Morata? Igual o todavía. ¿Es mejor cabeceador? No. ¿Más poderoso en sus intervenciones? Tampoco. ¿Puede correr mejor el contragolpe? Ni en sueños. Quizá sea más ágil para girar y es posible que tenga un instinto mas afilado para el gol, pero este asunto obedece en gran parte a su condición de titular incuestionable. Se siente jefe. Es un fijo desde hace ocho años, primero en el Borussia Dortmund y después en el Bayern, donde ha logrado sus mejores números. No podía ser de otra manera.

A Lewandowsky no le discute nadie. A Morata, sí. De lo contrario sería titular. Con otra camiseta sería uno de los cinco delanteros más perseguidos en el mercado mundial. Con 24 años, es una bicoca ambulante. Le falta redondearse como delantero, decir al mundo: yo soy Morata y tú no. Sin embargo, ya transmite lo evidente. Su rotundidad en el área es enorme, se impone cada vez más como un hombre entre niños, y eso no parecía tan fácil para un delantero que durante sus primeros años como profesional tenía fama de aniñado.

En Granada, como en tantos otros lugares, Morata fue un jugador dominante y un delantero feroz. Apenas encontró oposición, pero impresiona su abanico de recursos, que no pasa inadvertido a nadie. Lo más probable es que el valor de Morata en el mercado supere ahora mismo la frontera de los 75 millones. Y subiendo. No suele ocurrir con los suplentes, por buenos que sean, pero el caso de Morata es un enigma creciente.