Del golazo de Marcelo al regalo de Jurado
Marcó Marcelo y asistimos a una celebración casi de título, con esa alegría desatada de cuando se consigue un gran objetivo. Acabó el partido y todos los compañeros desfilaron para felicitar al brasileño, agradecidos por ese acierto, que les sacó a todos de un apuro. Porque si el partido llega a terminar en empate, el Madrid hubiera agotado sus ahorros y se hubiera visto obligado ya a ganarlo todo, sin más margen. Así, aún le queda un comodín, el partido de Vigo, digamos. De aquí al final el Madrid puede aún ceder un empate, pero sólo eso, si el Barça lo gana todo. Y está en ello, como comprobamos más tarde en Cornellà.
Y si la cosa en el Bernabéu llega a terminar en empate hubiéramos tenido tormenta. Empieza a cundir la idea de que la segunda unidad se mueve más que la primera y que juega igual de bien. Lo de Cornellà no añadió méritos a los titulares, que hicieron un partido de oficio, sin pasión, cortito de desmarques y con despistes atrás. El público soberano tomaba nota y y el que más y el que menos echaba en falta a los de Riazor. Así que cuando Parejo, con su sensacional golpe franco a la escuadra, alcanzó el empate a falta de poco tiempo, Zidane quedaba en una posición comprometida. Pero duró poco. Marcelo regaló su golazo y todo arreglado.
En Cornellà, al Barça le costó, pero en medio de la noche se le encendió la luz en forma de un pase atrás de Jurado, que desde su propio campo retrasó al portero con un pase de riesgo, con el exterior. Le resultó un perfecto lanzamiento para Luis Suárez, que no perdonó. Los clásicos decían que el primer gol vale por tres. Pues de esos tres hay que apuntarle uno a Luis Suárez y dos a Jurado. A partir de ahí, todo estaba resuelto. El Barça ganó en seguridad y, una vez más con Messi al frente de la maniobra, elevó el marcador hasta ese rotundo 0-3 final. Sigue la carrera. El Barça está delante por milímetros, pero al Madrid le queda un partido más.