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Zidane: ¿entrenador o alineador?

La alineación de Bale ante el Barça dejó en mal lugar a Zidane. Por mucho que el galés le comiera la oreja a su entrenador y por muchas ganas que tuviese, era imposible que estuviera al cien por cien. Se le notó en sus gestos antes de la lesión, dubitativo en la carrera y desconfiado en el disparo, algo incongruente con un partido de exigencia límite en el que te jugabas media temporada. Cuando tu equipo se enfrenta a un reto tan grande, no puedes arriesgar poniendo a un futbolista que no ha competido al máximo, y Bale hace tiempo que no alcanza ese punto. Por otra parte, una cosa es acelerar el regreso de una estrella, término discutible en este caso, cuando no tienes nada mejor en el banquillo, y otra hacerlo cuando dejas en la suplencia a futbolistas que te han demostrado estar a un nivel mucho mejor. Isco y Asensio le habían sacado las castañas del fuego varias veces pero él decidió ponerlos a enfriar en el banco, cargándose de un plumazo la meritocracia y lanzando un mensaje erróneo al vestuario.

Otro momento del que se arrepentirá Zidane es el de la última jugada del Clásico, cuando, estando con un futbolista menos, su equipo se fue a presionar inconscientemente al área rival en vez de protegerse y amarrar el valioso empate que tenía. Seis jugadores blancos se olvidaron de lo que estaba en juego en esos instantes y el entrenador no supo calibrar el peligro y prevenirles del riesgo. Ser técnico no consiste sólo en alinear jugadores y menos todavía cuando en el once de un partido trascendental y decisivo no están los mejores en ese momento.