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Bale está en una encrucijada

Gareth Bale no está bien. Para uno de los madridistas que debería marcar las diferencias, el galés estuvo tímido. Temeroso. Sin la fuerza que le permite volar. Cuando eso ocurre, preocupado como está siempre por lo que le ofrece el cuerpo, tiene un ojo en el partido y otro en sus piernas. Estiró varias veces desde el 23' de la primera parte y tuvo que tomar una decisión. Si daba profundidad al Madrid como le pedía repetitivamente Benzema, sabía que no estaría para el encargo defensivo que le exigió el míster: se metía por dentro para presionar y seguía de cerca a Ribery, aunque a menudo eso supusiera defender al borde del área. Si no se puede hacer todo, se debe hacer lo que se hace con la máxima atención.

Con el balón, Bale fue un pasajero. Ni se fue de su defensor, ni dobló a Carvajal, ni ayudó particularmente en la contra. Perdió varios balones y su primer disparo llegó en el 45', justo después del error en el penaltI del Bayern. Hasta Zidane le preguntó si se encontraba bien. "Sí, sí", le soltó con un gesto de la cabeza. Pero no.

Escogió otros dos momentos para aparecer, llevó una contra tras el 2-0 para a continuación regresar a su sitio arropadito atrás. Y cabeceó a bocajarro para provocar un paradón de Neuer. El cambió llegó como se habló en el descanso. Hubo un tiempo que Bale era la solución y los suyos le buscaban. Hoy Gareth es una superestrella en una encrucijada que no sabemos todavía si es futbolística o física.