Carlos Matallanas, mi futbolista héroe
En El Puerto de Santa María vive un ex futbolista modesto al que una enfermedad rara y diabólica ha retirado del fútbol y pretende retirarle de la vida. Se llama Carlos Gómez Matallanas, o Carlos Matallanas a secas, por esa economía que solemos hacer de los apellidos comunes. Es hermano de un compañero de AS, Javier Matallanas, y ambos nietos de Bernardino Matallanas, cazatalentos del fútbol madrileño en los años sesenta y setenta, uno de esos tipos que son raíz invisible del árbol del fútbol. Carlos Matallanas dejó de jugar al fútbol cuando le atacó la ELA, una enfermedad sigilosa, implacable en sus consecuencias.
Este periódico se honró durante un tiempo con sus artículos. Ya no los ofrece. Carece del suficiente control de sus músculos como para escribir con sus diez dedos. Aún privado de eso, es capaz de comunicarse por un sistema que a los demás nos parecería ciencia ficción, pero que está ahí: le colocan una pantalla ante su faz y, concentrando su mirada en cada letra, va componiendo sus escritos. Así ha publicado aún alguno en El Confidencial, donde ya publicaba antes que en AS. Así sigue enviando análisis a clubes que se los piden. El que quiera saber de esto en detalle puede buscar en internet un reciente reportaje de Pedro Simón en El Mundo.
Es una lucha hermosa y emocionante contra la derrota, a favor de la vida. Con su mujer, sus padres y sus hermanos. Y también con gente del fútbol, como el Niño Torres, amigo de tantos años. No deja de tener esperanzas en un milagro que al menos le permita seguir como está, vivo, viendo a los suyos, analizando fútbol. Es un caso de heroísmo como no conozco otro. Una pelea sorda, minuto a minuto, contra el mal que le corroe. Le llegue o no a tiempo el remedio, él disfruta sus días extendiendo el reclamo de ayuda presente y futura para esa enfermedad traicionera y dando un ejemplo solemne para cualquiera que esté en dificultades.