Nada más peligroso que cuestionar a un ídolo. Este domingo la agencia de noticias AFP reveló una foto en la que James Rodríguez levanta su dedo corazón frente a las cámaras y un país que históricamente se ha definido desde la división en bandos disfruta eligiendo si condena al capitán de la Selección o sentencia a la Prensa por reproducir la imagen. Amarillistas, fastidiosos, mediocres, babosos, sumados a un sinnúmero de insultos, son algunos de los adjetivos que utilizaron muchos usuarios en redes sociales para referirse a los periodistas –que como en este medio- publicamos la imagen.
Duelen los ojos al intentar leer un mensaje publicado en el perfil oficial de Facebook de AS Colombia como comentario al artículo. “Si yo fuera James no les hubiera sacado el dedo, yo les hubiera sacado el revolver y les hubiera hechado un plomaso (sic)”. Incluso sin transcripción al Español, el texto es un claro indicador de que independientemente de que los espacios de opinión de los medios de comunicación sean cloacas, hay una necesidad urgente de que las partes implicadas asumamos la responsabilidad ante tanta intolerancia.
Cada vez es más frecuente que en muchos espacios deportivos diferentes periodistas pasen el límite de la crítica al insulto sin reparos. Se descalifica, juzga y condena desde el poder de los micrófonos argumentando que la vehemencia es un valor fundamental del oficio de informar. Por otra parte, también queda claro que nuestros ídolos no están preparados para asumir las obligaciones que conllevan su estatus. James está lejos de ser el líder que la Selección Colombia necesita en momentos de tensión. Su falta de argumentos contundentes en la cancha –como frente a Bolivia- se refleja en ese gesto innecesario.
Llegarán (o no) las explicaciones del jugador, la solidaridad de sus compañeros e incluso alguna represalia por la publicación de la foto. En Argentina Messi y sus amigos ya iniciaron la revolución contra los medios. Pero más allá, estaremos a la espera de la posición de José Pékerman quien seguramente alertó a sus jugadores sobre la presión de la Prensa en momentos complicados. El técnico argentino y la Federación ya quedaron en deuda con respecto a la convocatoria de Pablo Armero y sus antecedentes de violencia de género. Nunca hubo una determinación clara ante un tema muy relevante para la sociedad.
James es el capitán de la Selección y eso implica responsabilidades. No le exigimos más que a un político (si eso es lo que está pensando), le pedimos que no caiga en la tentación del escándalo porque tiene el poder de ser seguido por personas que pueden confundirse. Faltan pocas horas para un partido decisivo, un partido que todos queremos ganar. Tendríamos que estar hablando del once titular, las debilidades del equipo de Quinteros y pidiendo porque en una tarde mágica en el Atahualpa seamos capaces de recuperar la memoria: la futbolística y la que nos ha demostrado que unidos somos más fuertes.
