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ATLÉTICO 3 - SEVILLA 1

Golpe de autoridad del Atlético

El equipo de Simeone fue superior y se impuso con los goles de Godín, Griezmann y Koke. Correa maquilló el resultado. 'Goal average' para el equipo rojiblanco.

Los jugadores del Atlético celebran el tercer gol.
Los jugadores del Atlético celebran el tercer gol. PIERRE-PHILIPPE MARCOUAFP
laliga

Todo en la tarde invitaba a la fiesta. El sol, el himno a capella, el tifo. “De padres a hijos”. Esas manos que llevaron por primera vez al Calderón. Sin embargo, no había pasado ni un minuto cuando el Atleti ya había recibido el primer tortazo: en una carrera, Vrsaljko se iba al suelo, una mano en la rodilla, la otra en alto. Juanfran salió en el dos sin apenas calentar. Simeone ya tenía un cambio menos, pero dio igual. Juanfran y sus carreras fue uno de los hombres del partido.

Un partido que comenzó de ritmo eléctrico, puro rock, como los primeros acordes de 'The final countdown', el balón iba de un área a otra, bajo la mirada de esos dos hombres en el banquillo. Uno de negro, traje impecable. El otro de chándal. Los dos ya afónicos hasta que de pronto grita más el hombre del chándal, Sampaoli. El Atleti vive en el área de Rico. Sergio Frontón Rico. Nunca fue el Atleti capaz de encontrarle una grieta. Gameiro, por eso de conocerle bien, por su época en el Sevilla, lo intentó pronto. Se escapó en una contra y al llegar al área inventó una vaselina. Pero tampoco: Frontón Rico tocó lo justo para desviarlo al travesaño. El Sevilla ya hacía muchos minutos que ya no estaba.

El último truco de pizarra de Sampaoli (Escudero en el medio centro, entre Nzonzi y Nasri) sobre el césped era la pura desorganización. Sus futbolistas parecían no saber qué hacer, cómo jugar, donde ponerse. Mientras Carrasco corría y regateaba, Filipe se lucía y Juanfran inventaba caños. Pero es que era fácil. Nasri, Nzonzi, aquellos futbolistas que parecían gigantes de tres metros en aquel día de lluvia en el Pizjuán, hace una vuelta, de pronto se habían hecho diminutos y bajo el sol del Calderón el balón les quemara en la bota: no les duraba, no combinaban, no eran capaces de pensar ni de jugar.

No tardó la tarde en darles el primer bofetón de realidad. Godín se lo daría. Cuando se trata de sacar pecho por LaLiga, ahí siempre está la cabeza del Faraón. Y el balón parado, siempre el balón parado. Godín remató solo un libre indirecto que había lanzado Griezmann perfecto, como si supiera que allí, en el otro palo, aparecería Godín como el hombre cohete, volando directo a la Liga. Nadie le marcaba. Otro error de un Sevilla al que lo mejor que le ocurrió fue que llegara el descanso.

Cuando los equipos regresaron, Sampaoli había vuelto a agitar la pizarra. Jovetic dentro, un central fuera. Tendría un rato el balón, no las ocasiones. Estas eran rojiblancas pero Sergio Rico era de nuevo frontón. Lo fue ante Griezmann y ante Gameiro hasta que el primero le encajó un gol de falta por la escuadra de esos que no logran parar nadie. El balón pegó primero en el travesaño, por dentro, y luego impactó en la red. Simeone en el banquillo movía las manos, alucinado, haciendo una ‘o’ con la boca. Así de alucinante fue. El Atleti ya tenía el partido y el goalaverage. El Sevilla era como el dinosaurio de Monterroso pero a la inversa: “Cuando despertó el tercer puesto ya no estaba ahí”. Porque sí, lo estaba, pero el colchón de pronto se había reducido a simple esterilla de sólo dos centímetros. Ya se sienten las piedras del suelo. Y al Atleti tirando de una punta, para arrebatárselo.

De fondo seguramente sonará un 'lolololo'. Fue en el 62:13 cuando el Calderón lo cantó más alto que nunca. Al fin volvía Torres. Y la piel de punta al escuchar la ovación mientras Simeone agitaba sus brazos para pedirla más alta. Aunque ya fuera imposible. El Sevilla ya estaba roto. Es dífícil sacar a Oblak en la foto. Sólo una parada a un disparo fácil de Sarabia. Mientras Juanfran se iba a la línea de fondo para desnudar por última vez al Sevilla, cedía atrás y Koke marcaba a placer el tercero. Torres pudo hacer el cuarto y el quinto, pero Rico había vuelto a su estado natural, frontón. Y la grada cantaba. Abuelos, familias, madres, hijos, todos aquellos cuya historia con el Calderón va cosida a la mano de un padre.

Entonces cuando más alto volaba recibió el Atleti su segundo tortazo. Correa se escabulló con el balón en una contra y le hizo el gol a Oblak, para que pudiera salir en la foto. Los últimos minutos fueron un puro temblar. Hasta el Calderón bajó la voz, con todos los ojos pendientes, soplando con su voz fuera los balones del Sevilla que rondaban por su área. Ahora lo que estaba en juego era el goalaverage. Con el 3-1 era rojiblanco. Con el 3-2 de ninguno. El traje le ganó al chándal.

Si hace una vuelta la derrota en el Pizjuán, ahogó al Atleti, la victoria de es la mirada del Mono Burgos, al salir de la alcantarilla en la vuelta de Segunda. “Ya estamos aquí”. Porque el Atleti ha vuelto a ser el Atleti, ese equipo que agarra los partidos por la solapa y nos los suelta hasta que los tumba, para la Liga de Luis, la que cuenta, la de los últimos diez partidos. Cinco en el Calderón. Los cinco últimos.  Y bajando.

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