"Griezmann, jugamos 4-4-1"
Pasaban los segundos y la angustia aumentaba. Torres permanecía inerte en el césped de Riazor. Los rostros descompuestos de los compañeros expresaban la gravedad. Los héroes Sime (Vrsaljko) y Gabi le salvaron la vida. Torres, medio madrileño, medio gallego, volvió a nacer en la Galicia de su padre y su mujer. Los deportivistas despidieron la ambulancia dándole los aplausos que toda España y todo el ‘Planeta Fútbol’ le estaba dispensando con lágrimas en los ojos.
A veces, cuando suceden hechos dramáticos nos percatamos de la importancia de las personas. De pronto, aficionados de todos los equipos, al verle inconsciente, se dieron cuenta de lo mucho que querían a Torres, un futbolista (un superclase, un crack mundial, el español más caro de la historia), un jugador ejemplar que en tres lustros en la élite no ha protagonizado polémica alguna. Desde el Liverpool, el Chelsea y el Milan le devolvieron el cariño que sembró. Y los atléticos, torristas o no, con el corazón en un puño, se unieron en la certeza de que El Niño será el 9 del Atleti en el Wanda Metropolitano. Todos estaban pendientes de la vida. Menos uno que estaba pendiente del fútbol. “Griezmann, jugamos 4-4-1”. El fútbol. La vida.