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Temporal gallego y cebollinaje general

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Se busca fecha para el Celta-Madrid. Tan apretado tenemos el calendario que salvo que caigan en Europa antes de lo que es de desear, no les quedará más que el miércoles entre la penúltima y la última jornada. Día raro, por lo tardío, y porque en esas últimas jornadas es uso el esmero de que todos los partidos se jueguen al tiempo, para evitar pactos de conveniencia. En eso estamos porque el calendario se aprieta mucho. Somos veinte, en lugar de 18, como recomienda la UEFA, jugamos la Copa a ida y vuelta y hay descanso sindical en Navidades. Y, por fortuna, muchos de los nuestros duran en Europa, entre ellos el Celta y el Madrid.

Así que el temporal que ha puesto de manifiesto la fragilidad del voladizo de Balaídos nos mete en un problema, que al Madrid le hizo reaccionar de forma infantil. Vio que con el aplazamiento se esfumaba la oportunidad de jugar ante un Celta de suplentes y trató de salvar el partido con ocurrencias irrealizables. El Madrid de Florentino es especialista en quedar mal en emergencias. Ya pasó cuando los gamberros cortaron el cable en el campo del Rayo. Desde luego es un contratiempo, pero si el alcalde de la ciudad dice que el campo (que es municipal) no se puede abrir por seguridad ni arreglar a tiempo, no hay nada que hacer.

Y como éramos pocos, parió la abuela. Querejeta reclama a su vez aplazar el Alavés-Celta porque dice que el equipo gallego tiene ahora más descanso. ¡Pero, hombre de Dios, si pensaban recibir al Madrid con nueve suplentes! En fin, un alarde de cebollinaje que nos tuvo entretenidos durante toda la tarde, hasta que se asumió lo inevitable. Eso sí: Riazor (el viernes se aplazó el Depor-Betis sin líos, porque ellos no están en Europa) y Balaídos han mostrado sus debilidades. Es verdad que ha habido un temporal, pero no se han producido otros daños. No ha sido el fin del mundo. Sólo han cantado los voladizos. Ya sabemos que ahí hay tarea.