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Ecuador también tiene a Sergio Ramos

Independiente del Valle. Copa Libertadores. La del nuevo formato, con más equipos y una duración de un año. Clásicas rondas previas a todo o nada hasta la fase de grupos. El equipo del cuento de hadas, Independiente del Valle, finalista por sorpresa de la última edición, está contra las cuerdas. El peruano Deportivo Municipal va ganando (1-2) y el partido se acaba; perdió 0-1 en la ida, pero está clasificado por el valor doble de los goles a domicilio. Y entonces, minuto 93, Gabriel Cortez, llamativo por sus mechas rubias, aparece solo en una esquina del área, justo hacia donde sale escupida de un rechace la pelota. Gol. Otra vez agónico. Otra vez un imposible. A lo Sergio Ramos. Como el año pasado, cuando mucho antes de llegar a la final, el modesto equipo ecuatoriano venció el suspense de la fase previa con otra suerte de milagro: evitando la eliminación en el minuto 95 gracias a un penalti del Guaraní que se fue alto. El Valle sigue encantado.

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Rolando EnriquezEFE

River-Boca. Mar del Plata. Fútbol de verano. Aún no se sabe si se va a reanudar la liga argentina el 12 de febrero (problemas económicos y de derechos televisivos la tienen en el aire), pero los equipos se entretienen de gira mientras con sus clásicos amistosos. O en realidad, con la guerra. Se juntan a jugar clásicos como negocio y, sin penalización deportiva, los violentos se desinhiben. Ocurrió otra vez en el Superclásico. River ganó 2-0 con el atlético Werner de portero en Boca (y fallando). Pero fue lo de menos. Mandaron más, como de costumbre, los incidentes, las protestas y los expulsados (cuatro en el bando xeneize y dos en el de los millonarios). Cerrando el partido, River se puso a pelotear, la grada a cantar olés a cada toque y la burla acabó a trompadas entre los jugadores. La vergüenza clásica.

Schiaccapasse. Avanza el sudamericano sub 20, ya en el hexagonal final. Y un equipo emerge por trato de balón y pegada tras la primera fecha. Se llama Uruguay y le propinó una contundente paliza (3-0) a la favorita Argentina. Una celeste con cuatro nombres a considerar, alguno con aire español. Bentancur, el ‘Redondo’ de Boca por el que no hace mucho se interesó el Madrid; De la Cruz, un interesante centrocampista de jerarquía que se mueve con sentido y dispara; Amaral, un diez con gol y técnica exquisita pese a lo que pronostica su cuerpo, y Schiaccapasse, la joyita del Atlético, que añade trabajo a destajo a sus centros precisos y su envenenada profundidad. Fútbol para ver.