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La quilla oculta de Kovacic

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Parece que este Madrid es un equipo de múltiples versiones, no se sabe si por adaptación a las circunstancias, decisiones del entrenador o un instinto de supervivencia que le permite presionar y jugar dentro del campo del Sevilla –partido de ida de la Copa–, aceptar un partido de área a área –vuelta de la Copa en el Sánchez Pizjuán–, utilizar una defensa de tres centrales y dos carrileros –duelo de Liga con el Sevilla y de Copa en Balaídos– o regresar a uno de sus modelos preferidos: la defensa en campo propio y la caza del contragolpe, el diseño que utilizó contra la Real Sociedad durante la mayor parte del encuentro.

Al Madrid no le faltan jugadores para arreglarse en todas las alternativas. No ha sido una temporada fácil en el aspecto que más temen los entrenadores: las lesiones. Han abundado, algunas de medio y largo alcance. Las rotaciones de Zidane han sido constantes, muchas veces obligadas por las bajas. Ahora faltan Carvajal, Modric, Marcelo y James. Al principio del campeonato, no figuraban Keylor, Cristiano y Benzema. Sergio Ramos, Casemiro, Kroos y Kovacic atravesaron por problemas físicos que les impidió jugar al menos durante un mes. Bale permanece inactivo desde hace dos meses y medio.

Uno de los aspectos más destacables de Zidane ha sido su acierto para manejar una plantilla asolada por las lesiones. En medio del temporal ha construido un equipo que encabeza la Liga con una ventaja sustancial sobre sus grandes rivales y que en ocasiones ha jugado más que bien. Es muy difícil lograrlo con unas alineaciones tan parcheadas. El resultado de este complicado proceso es evidente: el Real Madrid dispone de una extraordinaria y versátil plantilla.

Zidane ha hecho virtud de la necesidad. El aficionado medio tiene una idea muy precisa de las características de los jugadores. Todos han contado con los partidos suficientes para expresar sus características. Sin embargo, algunos todavía guardan algún misterio. Kovacic, por ejemplo. En la versión contragolpeadora del Real Madrid frente a la Real Sociedad, el croata aprovechó una cualidad que le diferencia de la mayoría de los centrocampistas mundiales: su potencia y velocidad para romper líneas adversarias a través de la conducción, una virtud impagable en estos días de hermetismo táctico. Rota la línea media, y si es abruptamente, mejor, roto todo el sistema.

Un conocido entrenador se refería elogiosamente a Kovacic hace un año y medio, cuando el jugador fichó por el Real Madrid. “Tiene unas patas tremendas”, comentó. Durante todo este periodo, Kovacic, un antiguo media punta reconvertido en centrocampista de largo alcance –transformación que habitualmente se produce en los grandes equipos–, ha confirmado su poderío cuando conduce la pelota, la calidad necesaria para completar la potencia con la técnica y un esfuerzo innegable en el despliegue. Recorre el campo sin desmayo.

Hasta ahora, Kovacic ha dejado entrever su potencial. No es difícil imaginarlo como un excelente jugador, pero todavía no ha logrado poner en orden su juego. Se siente más cómodo cuando tiene más espacio para correr que para pensar. Su afición por las conducciones rompedoras tiene dos problemas: o las prodiga poco o demasiado.

En los momentos de entusiasmo pierde la pelota en situaciones graves para el equipo. Aunque tiene alma de jugador de ataque, su primer gol de la temporada llegó frente a la Real Sociedad. Su principal problema, sin embargo, radica en su escaso impacto en las situaciones que merecen menos dinámica que creatividad. Generalmente las resuelve con una ingente cantidad de pases retrasados o laterales, pases seguros pero inocuos, no se sabe si por disciplina o por una limitada lectura del juego. Aunque Kovacic transmite un gran potencial, por ahora han emergido los destellos. Veremos si la parte oculta esconde un fenomenal repertorio o le convierte en un jugador de momentos.