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El Madrid en Vigo: la fuerza de la Copa

Me gusta la Copa. Me gusta por ese punto dramático, irremediable en el segundo partido. En la Liga, las pasiones son aplazables, salvo en las muy últimas jornadas. En la Copa ni un minuto sobra. Por ejemplo, hoy en Vigo, y por eso ha sido citada una multitud de celtistas a una quedada, hora y media antes del partido, para animar a los suyos. No podríamos esperar una emoción así en la ciudad para un partido de Liga a estas alturas del calendario, con tanto recorrido todavía por delante. La Copa propicia eso: el Celta tiene en su mano eliminar al Madrid y desbrozar el camino hacia lo que sería su primer título nacional tras tan larga historia.

¿Y el Madrid? El Madrid llega hoy a Vigo cargado con el peso de toda su gloria, y espero que nadie vea excesivo este comentario. El Madrid tiene que ganarlo todo, esa es su condena. Es el equipo de la capital, el que más dinero tiene, el que de siempre se ha llevado los mejores futbolistas de cualquier parte (salvo catalanes, desde Zamora y Samitier) o al menos los que ha considerado mejores. Si gana empata, si empata pierde, si pierde escandaliza. A Vigo llega con banderillas negras, ese 1-2 en el Bernabéu que le pone en la parte baja de la cuesta. Para el Madrid sería práctico caer ahora y descansar, pero eso es inconcebible.

El Celta reservó nueve jugadores para su salida a Anoeta. Daba prioridad al partido de hoy y nadie a cargo del caso hubiera tomado otra decisión. El Madrid no hizo tal cosa, ni puede hacerlo, ni falta que le hace pensarán muchos, con la larga y cara plantilla que tiene. Pero no lo hace, sobre todo, porque le está prohibido desatender ninguno de sus tres frentes. Eso me gusta del Madrid. Saldrá hoy a Vigo sin echar cuentas de cuántos hay de refresco en cada bando, sólo impelido por una condena que viene del fondo de los tiempos que le obliga a pelear por todo. Enfrente, ese pedazo de Celta, en un trance histórico. Como telón de fondo, la Copa.