Padecer sin agua durante 8 días, con la permanente amenaza de ser atracado, condicionado a mantener enclaustrado, sin el brillo del pasado; con el sinsabor de las malogradas oportunidades, con el peso a cuestas de los “golpes de la vida” . La estadía de Paulo César Arango Ambuila en el Caracas de Venezuela, además del nacimiento de su cuarto hijo (Paulo César Jr.) lo hicieron poner los pies en la tierra, reflexionar, rebobinar y planificar sus próximos años en las canchas. “Quiero seguir jugando fútbol, quiero terminar bien mi carrera, jugando en el América, y sé que lo voy a lograr. Verán a Paulo César Arango anotando muchos goles ”, aseguró el atacante de 32 años (27 de agosto de 1984) Usted vivió el claro y oscuro con el América, el último título de Liga (2008 II) y el descenso… “Es la parte agridulce, el campeonato y el descenso. Dios me dio la oportunidad de seguir en América, de luchar por ascenderlo, y estoy tranquilo porque sé que lo di todo y jugué de corazón, como un verdadero hincha. En los años que estuve en el América en la B, fui el jugador que menos salario cobré. El peso de los directivos y de la hinchada caía sobre Paulo César Arango, pero en el momento de arreglar el contrato me decían que no había plata, sin embargo, yo decía que me quería quedar. Ganaba entre 6 y 9 millones de pesos, mientras que otros sin jugar, ganaban hasta 25 millones. Pudo más el corazón, pero son otros los que disfrutan”. ¿Por qué continuó en América luego del título, conociendo que no había dinero y que tenía mejores ofertas? “Sí, en 2009 nos llegaron a adeudar seis meses. Pero seguí, por amor a la institución y porque tenía fe en el equipo que tenía el ‘profe’ Umaña, y dije que podía ser una oportunidad para proyectar a la institución más lejos en el orden internacional”.
¿Hoy se arrepiente de no haber aprovechado las oportunidades? “Uno piensa muchas cosas en los momentos malos. De las cosas malas se aprende. A veces estoy viendo televisión junto a mi mamá y le digo, ‘quisiera volver a tener 18 años’ , quisiera devolver el tiempo y creo que estuviera en Inglaterra, sería multimillonario . Soy el mayor de los hijos y me tocó vivir la aventura”. Y si retrocediera el tiempo, ¿qué no hubiera hecho? “No mostrar la rebeldía que tuve en una época de mi carrera, donde no me importaba nada. Nunca fui rebelde con los entrenadores, porque siempre me gustó trabajar , ser de los primeros en la parte física. Sin embargo, no me importaba lo que dijera la gente, salía a la calle cuando quería”. ¿Qué ha aprendido de lo malo? “Muchas cosas, por lo vivido en Colombia y en Venezuela, donde me cumplieron, pero fue difícil, porque no podía salir a la calle; por ser extranjero te podían secuestrar o robar, algunos compañeros lo sufrieron… A las 6 de la tarde, cerraban los centros comerciales; teníamos que vivir encerrados, duramos ocho días sin agua… todas esas situaciones llevaron a que cerráramos el contrato y devolvernos para Colombia. Por eso también llevo seis meses sin tomarme un trago”. ¿Por qué decidió dejar el alcohol? “Mucha gente acá me tiene marcado como el ‘toma trago’. A mí me gusta la salsa y antes, cuando daban permiso después de un partido, salía a tomar, y eso me marcó. Pero quiero que mi hijo tenga la oportunidad de verme jugar y, bien durante estos últimos años de mi carrera. Estoy viviendo una etapa muy linda con mi familia”. ¿Qué lo ha hecho madurar? “Los golpes, lo vivido en Venezuela”. ¿Y qué hizo luego de que retornó a Colombia para el semestre pasado? “Hablé con los directivos del América para jugar la pasada temporada, prácticamente me estaba regalando y me dijeron que no. Quería trabajar con Hernán Torres, de quien me dicen que es un muy buen técnico. Don Tulio me dijo que sí, pero Julián Vásquez me dijo que no, que muchas gracias”. ¿Qué ha hecho durante estos seis meses? “Entrenarme, con el equipo que dirige ‘el Chileno’ Molina en el barrio Antonio Nariño, con jugadores de 16 años, para que haya más exigencia. Lo tomo como una enseñanza y también oriento a los muchachos”. ¿En qué concepto siente que lo tiene la hinchada del América? “Hay algunos que me quieren ver en el equipo y otros que no. El día que tenga la oportunidad, tengo que darlo todo y luchar al máximo, porque soy hincha. El día que me quiera retirar del fútbol lo quiero hacer en el América”. ¿Cómo cambia el ambiente social, cuando se está en apogeo y ahora sin ruido? “No me he fijado en eso, porque he sido compañero y conocido de muchos, pero de pocos amigos”. Con esas vivencias, ¿qué le dice a su hermano Johan? “Que aprenda de lo que yo viví. Le auguro lo mejor. Cuando se fue para Pasto me dijo que iba a romperla y que estaba convencido de que iba a salir para un equipo grande y lo logró. Espero que lo que vivió le haya servido. Ahora que se fue para Santa Fe, le dije, ‘manito, en Bogotá, o se catapulta o se le termina el fútbol’. Él me dijo que iba con toda”.
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Héctor Fabio Gruesso