Real Madrid cae con autogol de Sergio Ramos
Cristiano había adelantado al Madrid de penalti en el 66', pero el de Camas marcó de cabeza en propia puerta y dio alas al Sevilla: Jovetic remontó en el descuento.
El fútbol se tomó el capricho de castigar a Ramos en diferido, muy cerca de ese territorio que tan bien domina, esos minutos que se escriben con dos efes, bien pronunciadas por el Sevilla: fe y flor. Un cabezazo del central, muy en la línea del de Danilo del jueves y con Keylor en la higuera, le quitó al Madrid medio partido. El otro medio se lo arrebató Jovetic, que ha entrado al galope en esta Liga. El Sevilla, menos rupturista que de costumbre, lo dejó todo en la embestida final.
Todo sucedió en un suspiro. Marcelo cometió una falta evitable y, como pidió Sampaoli, el partido se le hizo insoportable al Madrid. También a Keylor, que flaqueó en los dos goles. Le hirió el azar y le remató un Sevilla indestructible, investido formalmente como candidato.
Era el mismo producto del jueves, pero se sirvió en otro envase, más hermético, casi irrompible. Zidane y Sampaoli sacaron idénticas conclusiones del compromiso copero: hubo demasiados jugadores por delante del balón y les pareció una frivolidad. Así que el Madrid hizo recortes en su formato, quedó amparado por dos centrales, les dio carrete a sus laterales y le quitó un punta al once, cuyo papel se repartieron Kroos y Modric.
El Sevilla también cambió, se apostó con una defensa de cuatro, auxiliada por dos mediocentros y con un único punta, Ben Yedder. Fue mejor sin la pelota y peor con ella. Así tuvo el partido un desarrollo más convencional, en parámetros de igualdad, con un Sevilla menos territorial y un Madrid sobreprotegido. Hasta el minuto 26 no se registró el primer temblor, un remate inocente de Cristiano. A esas alturas, cuatro días antes, las áreas estaban sembradas de balas.
En aquel partido tan cerrado, al que contribuía un ambiente cargado por el efecto Ramos, sólo Marcelo y Modric asomaron la cabeza en los primeros minutos sin llegar a ninguna conclusión, más allá de una buena internada del croata que luego desabrochó con un mal centro. El resto del Madrid se movió en torno a Casemiro, ese futbolista sobre el que hace ya muchos meses dio la vuelta el viento. Empezó limpiando la mala conciencia del equipo. Hoy es consejero de seguridad nacional. Como N’Zonzi en el Sevilla.
Tomaron el relevo Vitolo y Nasri. El canario entró y salió de la banda, en baile desconcertante que a menudo sorprendió a ese Madrid marcial. Nasri, prototipo de futbolista que el Sevilla sabe reparar (como Rami, como Vietto...), tuvo comparecencias breves pero relevantes. Con todo, el Sevilla no fue tan territorial como acostumbra. Un remate de Nasri a las manos de Keylor fue su única reseña antes del descanso. La del Madrid tuvo más intención. Cristiano, a pase de Benzema, metió la bota de refilón en posición más que apta para el gol.
Los goles
El Sevilla elevó un punto su presión tras el descanso, buscando prosperidad con una posición más adelantada de Franco Vázquez. Keylor tuvo que sacar un remate del argentino y otro, mejor orientado de Ben Yedder, con respuesta inmediata pero menor de Cristiano Ronaldo, esforzado pero poco preciso. Benzema, al que le van los partidos con más azúcar que éste, se encontró con la ocasión del partido, tras un pinball en el área del Sevilla, al que aplicó un morterazo destemplado a las nubes. Para entonces Modric había desactivado el repunte del Sevilla. Sergio Rico acabaría por anularlo al cometer un penalti manifiestamente evitable sobre Carvajal, que huía hacia un costado en su arrancada cuando el meta lo levantó del suelo. Vitolo pisoteó el punto de penalti. Cristiano no se lo perdonó. Le lanzó un pelotazo a él con las manos y otro, legal, a la red de Sergio Rico.
El Madrid quedó entonces en manos de la seriedad de sus centrales, con Varane como primera figura, y en la fuerza del grupo, la gran aportación de Zidane, pero Ramos le dio al sevillismo el gustazo del harakiri. Y Jovetic, la razón a Monchi por enésima vez, con cierta inestimable colaboración de Keylor Navas. El Madrid intentará tomarse la derrota como vacuna y no como enfermedad.