EIBAR 0 - ATLÉTICO DE MADRID 2
El Atlético de Madrid gana de visitante ante el Éibar
Los goles de Saúl y Griezmann rescatan a un mal Atlético en Ipurua. Arbitraje muy discutido de Gil Manzano. Poco premio para un Eibar valiente.
El cambio del Cholo al descanso ya auguraba un cambio. De estilo, de juego, de ambición. Lo necesitaba un Atleti absolutamente desdibujado por el Eibar en cada uno de los 45 minutos de la primera parte. Simeone siempre tiene un plan C en la cabeza, y el banquillo. Sacó a Vrsaljko (al que Inui había vuelto loco, literal) y metió a Juanfran. Parecía nimio, leve, fue decisorio. Ocho minutos después el Atleti ganaba un partido que se le había puesto muy muy feo, muy muy negro.
Y fue Saúl quien le puso el viento de cara. Saúl, el hombre que mantiene al Atleti enganchado en Liga. Cada uno de sus goles es botella de oxígeno. Lo fue en la última jornada vivida en 2016. Lo fue en la primera del año 2017, al meter la cabeza (en fuera de juego) lo justo a un balón de Filipe y enviarlo allá donde Yoel no llegaba: su palo largo, ajustadito a la madera. Respiró Simeone por el viento de cara, pero éste sólo estaba en el marcador. Al Eibar el gol no le había atemperado el vigor. Aunque el Atleti estuviera mejor, mucho mejor, los de Mendilibar seguían fieles al guión de cada uno de los primeros 45 minutos del partido: asfixiar en cada jugada, cada zarpazo.
El Eibar asustó antes de que el partido comenzara a sudar. Una jugada de pizarra en la zona del hielo, esa parte del césped cercana a los banquillos que tenía pista de hielo a punto de romperse, le estalló al Atleti en los pies. Pedro León sacó una falta, Unui echó una carrera y un cabezazo de Lejuene le pusieron nombre al partido: sería una trampa para un Atleti en el que Giménez estrenaba titular en el centro y acaparaba todos los focos. El chico se llevaba todos los golpes, subía, bajaba, se fajaba, contención toda pero salida de balón nula. Para los de arriba, o sea Torres y Griezmann, la pelota se convirtió en el Grial. Se dice que está pero nadie lo ha visto. Así sobrevivían. Ateridos de frío. Con hambre de balón. Su primer disparo entre los tres palos fue en el 36’. Pobre bagaje.
La facilidad del Eibar, por el contra, para llegar arriba era pasmosa. Dos toques, tres, y ya estaban en el área de Moyá. Podía darlo Pedro León con sus aperturas por la derecha, pero lo habitual era que el balón lo llevara directamente Inui. Como si por pies tuviese patines, se movía grácil, arriba y abajo en la banda del hielo mientras Vrsaljko se volvía loco: allá donde mirara se le colaba el japonés. O se la liaba. Una de ellas le pilló en el suelo y la pelota le golpeó en la mano, que movió para después alejar el balón de un chutazo. ¿Penalti? El árbitro no lo pitó. Ipurua lo pidió.
Su equipo buscaba algún resquicio entre Savic y Godín para llevar al marcador lo que sobre el césped se veía: un Eibar que encajonaba y asfixiaba. Un córner-churro de Pedro León acabó en un minuto de asedio. Cinco remates del Eibar. El Atleti colgado del larguero de Moyá. Así terminó la primera parte, con un uy de Enrich que hubiera sido gol si no hubiese fallado en el último control, así estaba el partido de nuevo en el minuto 74, después del gol de Saúl, con el Eibar en modo asedio, cuatro ocasiones en diez minutos, una de Bebé, rozando el gol, cuando Simeone miró al banquillo y sacó a Gameiro. Tres minutos llevaba sobre el césped cuando conectó con Griezmann. G más G, gol. Y el viento de cara para el Atleti también en el césped, y LaLiga con un triunfo importantísimo ante un rival al que es muy difícil doblarle la rodilla.