Después de dos temporadas de aprendizaje en el banquillo viendo a Bravo sufrir (3-1 en el Bernabéu, 1-2 en el Camp Nou) y gozar (2-1 en la 14-15 y el icónico 0-4), Marc André Ter Stegen debuta hoy en un Clásico. Nacido en el año olímpico de Barcelona, el alemán tiene a sus 24 años una prueba superior a la que pasó en Berlín en 2015, en la final de la Champions. Entonces no era más que un rookie en el Barça. Sólo algunos discutían tímidamente su posición de suplente en Liga pues se le consideraba en periodo de aprendizaje.
Ter Stegen puso las cartas sobre la mesa el 2 de agosto cuando se presentó en las oficinas del club con su agente, Gerd vom Bruch. Era Bravo o él. El club, apurado, tomó una decisión estratégica y eligió el que debe ser el portero del futuro del Barça. El chileno se marchó. Ter Stegen fue la elección y como tal debía estar rindiendo desde principio de temporada. Su promedio de goles es el menor en las tres temporadas que lleva de azulgrana, pero no es regular. Alterna penaltis parados ante el Celtic con errores gruesos como el de Vigo, que acabó en gol de Pablo Hernández. Criado en el SV Dohr, crecido en el Gladbach, Ter Stegen ha caído de pie en la sociedad catalana. Su novia, Daniela Jehle, estudia arquitectura. Mejora español, lo intenta con el catalán y el club negocia su ampliación de su contrato (acaba en 2019). Confiado con los pies, en ocasiones lento en el desplazamiento lateral bajo palos, su rendimiento no ha crecido exponencialmente como se esperaba. “No me gusta que me llaméis portero del futuro, soy de presente”, dijo en febrero. Hoy le toca demostrarlo.
Como buen portero que se precie, Ter Stegen tiene sus manías. La más conocida, jugar con guantes nuevos cada partido. En contra de la tradición de muchos porteros, al alemán no le gustan los guantes gastados: “Están fabricados con un poco de jabón y a mí me gusta quitarlo con agua ese jabón hasta que se le quita”. Si ningún portero rival le pide los guantes, Ter Stegen se entrena con los mismos unos cuantos días hasta el siguiente partido oficial. Una rareza de un gremio raro de por sí.