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Iniesta contra los estadísticos

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Iniesta no es un futbolista de grandes números en su carrera. En toda la temporada pasada sólo metió un gol (sus cursos más anotadores fueron el 2006-07 y el 10-11 con nueve) y dio cuatro asistencias. La anterior, en la que el Barça consiguió el triplete, anotó tres goles y firmó ocho pases decisivos (en su mejor curso, 2012-13, alcanzó los 23). Números de andar por casa para una figura que lleva instalada en la élite casi una década y que, pese a no tener el armario repleto de premios individuales, ha sido elegido una vez segundo mejor jugador del mundo y tiene en casa el premio a mejor jugador UEFA y de la Eurocopa en 2012. Ahí radica la singularidad de Iniesta. En un fútbol que se vuelca cada vez más a la estadística y la acumulación de datos, él mantiene la importancia de los intangibles.

El Barcelona de estos días suele tener dos filtros de actuación cuando entra en barrena. Primero mira a Messi para que resuelva la crisis con un gol. Si tiene éxito, es que el asunto es coyuntural. Cuando no encuentra solución en el argentino, excava hasta Iniesta. He ahí un problema ya estructural. Desaparecido Xavi de la foto en el Barça, Iniesta es el penúltimo bote de pegamento con el estilo. Futbolista y persona de sensibilidad especial, para pensar una jugada o escribir su libro, es Iniesta quien cose el fútbol del Barça. Enlaza líneas, escruta a sus compañeros, entiende las necesidades del partido. Para un equipo confundido estos días, se vuelve imprescindible aunque a día y medio del Clásico no tenga ni el alta. La originalidad de Iniesta es tal que los estadísticos aún no han sabido empaquetarla en datos.