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Ser hincha de América

Colombia

Soy hincha de América desde que me conozco, después mucho después me hice periodista. Por eso ese orden natural que me ha designado la vida ha sido inmodificable. Nunca permití que falsas caretas, o disimulos acomodados que algunos promueven en el periodismo me obligaran a mentir, o a negar mi cariño hacía el equipo que al final, tuvo mucho que ver con la pasión con la que ahora asumo mi carrera.

Es cierto que en muchos momentos, el desafío es y será desprenderse de cualquier lazo de afecto que pueda condicionar una opinión o inclinar una información; pero ese no debería ser un juicio moral que periodistas le hagan a sus colegas, es un ejercicio que va arrojando resultados, que al final serán evidentes, y que condenarán o premiarán al periodista por haber ejercido de manera profesional su campo de acción.

Teniendo esto claro, puedo a partir de este momento hablar de mi sentimiento por América, y de lo que significa el partido del domingo frente al Quindío. Confieso que en aquel partido de diciembre de 2011 frente a Patriotas, preferí apagar el televisor y salir a caminar en vez de ver el juego. Algo me decía que las cosas no iban a terminar bien, apagué mi celular y caminé un largo rato, al regresar a mi casa prendí el celular, con la sorpresa que muchos colegas me enviaban su mensaje solidario por el descenso. Mi pálpito era correcto.

A partir de allí he vivido toda clase de emociones con el equipo, la esperanza del primer año con un América que hizo 100 puntos y ganó la final de mitad de año, la decepción profunda de la segunda final ante Alianza, y la humillación de la goleada frente a Cúcuta. La promesa de repetir la campaña de 2008 con el regreso de Umaña, y la estrellada monumental contra una pared de incoherencias del técnico, que no permitió jugar ninguna final.

Con recelo vi llegar a JJ López, y con un equipo muy joven y con sello propio de la B, fue haciendo que retomara la confianza, siendo primero y llegando a la final contra Jaguares, que al final goleó al equipo. Desde allí, seguramente la peor época en la B, vi pasar por mi frente a un equipo golpeado, desmotivado y hasta desvalorizado por sus propios manejadores, pasaron técnicos como Fernando Velasco, el Chiqui García que no dejó más que pesares, malestares y polémicas, y Alberto Suarez. Les digo: Estaba tan resignado, como lo puede estar hoy un hincha del Leeds United o del Aston Villa, viendo a un gigante dormido, a una leyenda resignada.

Pero hoy después de algunos meses parece haber despertado, su hinchada lo ha acompañado como en aquellas finales épicas del fútbol colombiano, América acostumbrado a vencer a grandes rivales, no puede presentarse inferior ante esta cita, una cosa es respetar al rival y otra es empequeñecerse ante él.

El partido ante el Quindío representa el cierre de una era deportiva oscura del equipo, es apartar por completo aquella mentalidad mediocre que los dirigentes del pasado quisieron inyectarle, es el premio a unos hinchas que nunca abandonaron, que fueron el oxígeno permanente de un enfermo, de un moribundo en estado de coma.

El partido ante el Quindío es sencillamente el desafío más grande para cada uno de los jugadores de América, y no sólo de ellos, sino de cada una de las piezas que lo conforman, el buen comportamiento en las tribunas, el aliento permanente del minuto 1 hasta el pitazo final, el transpirar confianza por un gol que marque la diferencia, todo esto espero percibirlo en el Pascual, porque allá estaré, esperando que la historia cambie, que el lado de la moneda esté de nuestro lado, porque aquellos que nos sentimos parte del equipo, podemos decir que esta generación está a 90 minutos de permanecer en la inmortalidad de la pasión de un pueblo.