Vidal de oro
Vidal. Se siente candidato. Ahora que la votación del Balón de Oro se presume de nuevo independiente y abierta, el centrocampista chileno reúne argumentos legítimos para ser considerado aspirante en 2016: títulos con el Bayern y con su selección y un protagonismo indiscutible en ambos casos. No sólo por lo de ayer, esos dos goles que rescataron a su país de verse fuera del Mundial poranticipado, la gesta heroica de conseguirlo tras vencer una amigdalitis bacteriana aguda y una lluvia de patadas peruanas contra su tobillo. Fue una exhibición de talento y capacidad de sacrificio la del Rey Arturo, rematada con un desenlace agónico de los que desatan la literatura. Hay una cabeza desordenada ahí dentro, ráfagas periódicasde poca profesionalidad, pero también un jugadorazo descomunal. Un potencial mejor futbolista del año.
Enner Valencia. El jueves protagonizó un episodio surrealista, la prueba de que, cuando todo parecía ya inventado, el fútbol sigue siendo capaz de abarcar y estrenar imágenes nuevas: el intento de detención antes de jugar contra Chile y la posterior persecución policial cuando pretendía retirarse del campo en camilla con una máscara de oxígeno. Y todo por el impago de una pensión alimenticia que le reclama su ex. Ayer, en Bolivia, con los mismos problemas respiratorios de entonces por culpa de la altura pero sin el agobio de las fuerzas del orden en el cogote, el delantero ecuatoriano se soltó con una actuación sobresaliente. Dos goles que permitieron nivelar un duelo que su selección perdía ante un adversario prácticamente eliminado. Y que demostraron el oficio y la velocidad de un jugador, Enner Valencia, joya del Everton, que si se pone a correr no se le alcanza ni a punta de pistola.
Gabriel Jesús. Algo tuvieron que ver los Juegos, el oro olímpico terapéutico y revitalizador. O tal vez pesó más el cambio de seleccionador, la marcha de Dunga. El caso es que Brasil, enfermo crónico y aparentemente terminal, el fútbol de la carcajada fatalmente vulgarizado, coleccionista de ridículos y derrotas, se ha vuelto otra vez fiable y virtuoso, reconocible con su propia historia. Incluso sin Neymar. Los nuevos vientos los sopla más bien Gabriel Jesús, el elemento diferencial, el futbolista que no estaba, una maravilla (y ya se lo llevó Guardiola). Otro gol suyo (el cuarto en cuatro partidos) alumbró la victoria de la canarinha también en Venezuela. Un golazo de vaselina, un regalo del portero que agradeció el nuevo fenómeno con una sutileza sublime. Y el equipo que parecía desahuciado cuando comenzaron las eliminatorias, ya lidera la clasificación nada más arrancar la segunda vuelta. Brasil se parece a Brasil. Viva.
Agüero. Al otro lado, de contraprotagonista de la fecha, asoma el Kun. Se sale en el City y naufraga en la selección: el mal de la albiceleste le afecta a todos. Argentina perdió en casa ante Paraguay, un sacrilegio o una hecatombe, y los disparos partieron raudos de todas las pistolas. Agüero se lleva muchas de esas balas. Entre otras cosas porque falló un penalti. Tan mal se ve el pequeño genio que declara sin inmutarse que no le extrañaría no volver a ser convocado. No es la renuncia pucherito de Messi, pero sonó a invitación formal para que Bauza se anime a dejarlo fuera. “Lo estoy haciendo muy mal”, dice el Kun. Argentina no tiene arreglo. O no lo encuentra. El doble partido sin la Pulga ha resultado catastrófico.