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La mitad del camino

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Hace tiempo que la Selección es sensible a varios frentes, los estrictamente futbolísticos y los exógenos que se generan alrededor del equipo y los jugadores. El ‘caso Piqué’ es un ejemplo de las peculiaridades del fútbol español, del país en general y de las nuevas realidades políticas, sociales y periodísticas de la edad del twitter y derivados.

Probablemente no hay un equipo más amenazado y sensible a estos aspectos que el español. Buena parte de lo que ocurra de aquí al Mundial de Rusia, y buena parte de la salud de la Selección, estará relacionado con la capacidad de Lopetegui y los jugadores para blindarse de los desagradables espasmos que se producirán en su entorno. No será fácil.

El capítulo estrictamente futbolístico de la ‘era Lopetegui’ ha comenzado con buenas vibraciones, aunque mantiene algunos síntomas de la convalecencia que comenzó tras el desplome frente a Holanda hace dos años y medio. Es menos una cuestión de jugadores —la inmensa mayoría de los convocados por Lopetegui participaron en el Mundial de Brasil y en la reciente Eurocopa— que de energía y convicciones. En este sentido, es elogiable la generosidad de Vicente del Bosque. No dejó tierra quemada. La mayor parte de los internacionales llegarán al Mundial de Rusia en una edad perfecta.

La Selección ha salido con buena nota de los tres partidos oficiales —Italia, Albania, Liechtenstein— y del amistoso frente a Bélgica. Se ha despertado el optimismo después de la decepción en la Eurocopa, donde se advirtió la fatiga de los equipos que han ganado mucho y han perdido el apetito competitivo. La Selección ha jugado con vigor, atención al detalle y la personalidad que durante años aterrorizó a sus rivales. Italia y Bélgica, dos potencias por razones diferentes, se achicaron tanto ante la demostración de España que parecieron equipos de tercera fila en muchos momentos.

Esta figura se denomina respeto en el mundillo del fútbol, y es importante para la recuperación de la confianza y de la autoestima perdida. Es casi imposible recuperar el viejo prestigio sin estos factores. Ahora mismo, sólo Alemania genera la misma impresión de autoridad. Sin embargo, no han desaparecido algunos síntomas de debilidad. España, que durante años gobernaba el 1-0 con puño de hierro, no desplegó la misma seguridad contra Italia después del gol de Vitolo. También se atisbó un punto de relajación en la media hora final en Albania, un problema también conectado con el impacto de la lesión de Sergio Ramos.

Uno de los datos más relevantes de la larga hegemonía de España entre 2006 y 2014 estaba relacionado con su bestial seguridad para cerrar los partidos. Desde la derrota contra Irlanda del Norte en octubre de 2006 —la Selección se adelantó en el marcador— hasta la derrota frente a Holanda en el Mundial 2014, España no perdió jamás un partido en el que había marcado el primer gol. Fueron 65 victorias consecutivas y 81 en 83 partidos. Sólo permitió el empate a Francia —el gol de Giroud en el descuento— y Finlandia. Es una de las estadísticas más impresionantes en la historia del fútbol mundial y el ejemplo de la personalidad de unos jugadores que conocían todos los secretos del peculiar modelo español.

Esta parte del camino es la que debe resolver España para recuperar todo su potencial. Como ocurre con los factores exógenos que tanto inciden sobre el equipo, no será una tarea fácil. Ya no están los Puyol, Xavi y Xabi Alonso, jugadores de una pieza. Les toca a otros, a la vieja guardia y, sobre todo, a los jóvenes que no han terminado de dar el paso adelante desde los éxitos en la etapa Sub-21.