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De Gea complica el estilo

El estilo no es una cuestión ornamental en el fútbol, ni un recurso estético para complacer a los partidarios de cada manera de interpretar el juego. España eligió hace años un modelo que competía con otras interpretaciones anteriores, la mayoría muy poco productivas, a la vista de los malos resultados en los grandes torneos. Los éxitos en el periodo 2008-12 (dos Eurocopas y un Mundial) se debieron al perfecto ajuste entre el estilo que más convenía a las características de los jugadores, la calidad de una excepcional generación de futbolistas y la convicción febril para defender esa bandera del juego. Esa clase de convicción fanática es la que recuperó España frente a Italia durante una hora. Marcó Vitolo y el equipo regresó a las dudas de los dos últimos años. Todos, incluido el entrenador, tuvieron responsabilidad, pero en gran medida los problemas comenzaron con De Gea.

Italia no obligó a una sola parada de De Gea en todo el partido. Durante una hora ofició de espectador. La tímida presión de los italianos en el primer tiempo le permitió conectar fácilmente con los defensas, pases sencillos, pero fundamentales para establecer la mejor corriente posible para el juego: la posesión desde atrás y el aprovechamiento máximo de centrocampistas como Iniesta y Silva, los dos mejores de la Selección en la magnífica primera parte del equipo.

Para un equipo como España, es decisiva la figura de un portero con criterio y buen pie para jugar. En cuanto a la agilidad y los reflejos, cuantos más, mejor, como sucede con todos los guardametas. El criterio comienza con la posición. De Gea suele jugar muy retrasado, mucho más cerca de la raya de gol que de la línea frontal del área grande. Se siente más cómodo. Por tradición, la mayoría de los porteros todavía son así. El problema es que esa posición también retrasa a los defensas y por extensión al resto del equipo. Por lo general, estos porteros funcionan mejor en equipos defensivos.

El cambio de reglas en el fútbol y la aparición de equipos como España y Alemania, o el Barça, ha favorecido otro tipo de portero, incorporado al juego casi como uno más. Hace poco, en el Athletic-Barca, Ter Stegen participó en 52 pases, una cifra digna de un centrocampista. Lo mismo ocurrió con Neuer en el Mundial. Casillas, que viene de una tradición más clásica, se esforzó siempre en la Selección por jugar más adelantado de lo que le apetecía y por distribuir la pelota en corto, a pesar de sus limitaciones con el pie. En ese aspecto, su aportación fue importantísima.

Fricción. Durante toda la Eurocopa se percibió una fricción entre lo que pretendía España y lo que ofreció De Gea. Su posición alargó demasiado al equipo y sus débiles recursos técnicos interrumpieron, o impidieron, la fluidez que tanto necesitaba la Selección y sobre todo sus pequeños centrocampistas. Ningún partido reflejó más la falta de comunicación que el de París frente a Italia. Tres meses después, el problema continúa.

La convicción que distinguió a España en Turín durante una hora se esfumó tras el giro del encuentro. La firmeza en el estilo, que había servido para acomplejar a Italia en el primer tiempo, se perdió cuando los italianos hicieron lo único que les quedaba: presionar más y atacar. O eso, o corría peligro la presencia en el Mundial. Es decir, no sucedió nada imprevisto. Más sorprendente, y negativa, fue la respuesta de España. Se alejó tanto de su propuesta que pasó de deslumbrar a decepcionar.

Un modelo de juego sirve para todas las circunstancias, para dominar y para evitar que te dominen. Ningún equipo necesita tanto la pelota para atacar como España, pero posiblemente ninguno la necesita más para defenderse. Por supuesto que el rival juega, presiona y pretende aprovechar sus virtudes, pero un estilo no se congela, ni deja de encontrar soluciones a los problemas a los que se enfrenta. De lo contrario, no es un modelo integral de fútbol. A estas alturas, equipos como el Barça o la selección alemana han encontrado respuestas a los desafíos que les proponen los rivales. Una característica esencial de ellos es la masiva utilización del portero en situaciones complejas.

Inconveniencias. Desaparecieron Iniesta y Silva en la última media hora, y no por su responsabilidad. España comenzó a jugar el partido que menos convenía a sus dos fenomenales centrocampistas. Les obligó a apagar fuegos defensivos. Está claro que ese capítulo les penaliza. De Gea contribuyó tan visiblemente a la pérdida de la pelota que sus repetidos saques largos fueron conquistados por los centrales italianos, con una consecuencia inmediata: el balón regresaba al campo español, pero en los pies locales.

Los apuros fueron mayores aún porque la mayoría de los pelotazos del portero fueron al centro del campo, no a los costados, donde el daño era menor. De Gea, que lleva cinco temporadas en el fútbol inglés, la patria de los porteros a la antigua, no entendió las necesidades de su equipo, o no tuvo recursos para mantener la disciplina de pase. ¿Es más difícil bajo presión? Por supuesto que sí, pero eso es lo que distingue a los porteros que se sienten cómodos en el estilo que propone la selección de aquellos a los que les incomoda. Hoy por hoy, De Gea traslada la sensación de incomodidad, y en Turín se notó demasiado.