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Minuto y medio de suicidio

La Liga es larga, pero conviene no desperdiciar las ocasiones cuando se presentan, algo que no hizo el Real Madrid frente al Villarreal. Empató y desdramatizó el partido del Camp Nou, donde sus principales rivales pasaron de una situación crítica, la posibilidad de colocarse a seis o siete puntos del líder, a un escenario casi amable: el 1-1 deja al Barça y al Atlético a la misma distancia del Madrid que en la jornada anterior. Frente al Villarreal, nada le penalizó tanto como el último minuto y medio del primer tiempo, caracterizado por la pésima gestión del cambio de Marcelo.

Sorprende que un equipo de Primera División, no digamos si encima éste es el Real Madrid, que conoce al dedillo todas las circunstancias que pueden modificar un partido, sea incapaz de estabilizar el dibujo y el juego por un asunto tan común en el fútbol como una lesión. Un problema muscular obligó a Marcelo a pedir la sustitución. Se retiró caminando.

Pudo protagonizar una escena muy habitual: sentarse en el césped, avisar a todo el mundo de su lesión y confiar en que alguien lanzara la pelota fuera del campo. Marcelo se fue andando. Fue lo menos importante de un episodio desastroso.

Zidane ordenó el ingreso de Carvajal, que tardó más de la cuenta en colocarse la camiseta. Danilo, que tenía orden de trasladarse a la banda izquierda para ocupar el lugar de Marcelo, obedeció con tanta rapidez que se cambió de banda antes de la entrada de Carvajal. De hecho, Carvajal tardó casi un minuto y medio en aparecer en el campo.

El Villarreal comprendió que tenía ventaja numérica y que podía aprovecharla. Ni lanzó la pelota fuera del campo, ni tenía por qué hacerlo. Durante ese tiempo, dispuso de una nítida oportunidad y marcó un gol. El Madrid administró muy mal el sofoco. Dos veces recuperó la pelota y en ninguna detuvo el juego. A nadie se le ocurrió lanzar la pelota fuera de banda, permitir el ingreso de Carvajal y reorganizarse.

Zidane asistió impasible a la cadena de errores, cada vez más graves. El traslado de Danilo a la izquierda no significó la ocupación del lateral derecho, autopista que aprovechó el Villarreal para alcanzar el área con una facilidad casi cómica. Ni Kovacic, interior derecho, ni Bale, extremo en ese mismo carril, acudieron a apagar el fuego. Más sorprendente aún fue la parálisis general después de la ocasión de Denis Cheryshev. Siguió la jugada en pies madridistas y nadie mandó parar, con el balón en el medio del campo.

No estuvieron ágiles varios de los jugadores más expertos del fútbol mundial, ni tampoco se cubrió de gloria Zidane. Continuó el juego ante el estupor de la hinchada madridista, que se temió lo peor. Y así fue. Interceptó la pelota el Villarreal, volvió al ataque, regresó la sensación de peligro del Villarreal y Bale se avivó para ocupar el puesto de lateral, pero la sangría continuó inmediatamente. El Madrid recuperó el balón al borde de su área y Varane no tuvo mejor idea que conducir y marcarse un amago de virguería en el peor lugar del campo.

Perdió la pelota, que quedó en poder de Trigueros. Bale, que reaccionó un poco tarde al error de Varane, intuyó la gravedad de la jugada y se lanzó desesperadamente a taponar el tiro de Trigueros. Llegó tarde. Remató el buen centrocampista del Villarreal y el chutazo fue desviado con el brazo por Sergio Ramos. Penalti y gol de Bruno, el capitán amarillo. Carvajal entró en el campo. Había pasado casi un minuto y medio. Pocas veces se ha asistido a una caraja parecida. Se extravió Zidane y muchos de sus jugadores. Convirtieron un episodio normal en el fútbol en un suicidio. El Madrid no pudo superar ese gol. Cedió algo más que dos puntos. Transformó el Barça-Atlético en un partido casi amable.