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Silva y el efecto Guardiola

No hay ciclo victorioso sin un periodo valle. Más que los éxitos, que son objetivos y se pueden medir al centímetro, son las épocas de declive las que alimentan preguntas existenciales: ¿cuánto durará el bache?, ¿cómo se resolverá?, ¿significará un desplome sin solución? En esas tribulaciones se encuentra la Selección española, ahora sometida a graves dudas después de su hegemónico dominio del fútbol entre 2008 y 2012. La victoria en Bruselas tiene un valor anímico para el nuevo seleccionador, el equipo y los aficionados. España necesitaba un partido redondo para recuperar la confianza y enviar un mensaje optimista a los aficionados.

España jugó muy bien frente a Bélgica, un equipo que no sale de la confusión. O sus jugadores son peores de lo que se dice, posibilidad no descartable, o es un equipo sin alma, sin organización y sin voluntad de remediar sus problemas. Los belgas añadieron otra dificultad, esta vez relacionada con su rival. Cuando España juega bien, y todos sabemos lo que eso significa cuando se trata de la Selección, todos sus adversarios se empequeñecen como ante ningún otro equipo.

En los buenos tiempos de España, equipos como Alemania (semifinal del Mundial 2010), Francia (cuartos de final de la Eurocopa 2012) o Italia (final de la Eurocopa 2012) se evaporaban del campo frente a la perfecta mezcla de convicción, técnica, astucia y voluntad competitiva de la selección. Se quedaban en nada, o casi nada. Así pasó Bélgica por el partido, como un muñeco. De ahí la satisfacción que procuró España, por su juego y por el demoledor efecto sobre los belgas.

La victoria no rescata a España de las dudas del profundo valle en el que se encuentra. Significa que puede jugar muy bien, que no es poca cosa, y que puede hacerlo con unos jugadores más que conocidos. Lopetegui alineó a siete de los titulares -De Gea, Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba, Busquets, Silva y Morata- que jugaron el primer partido de la reciente Eurocopa. Carvajal no acudió al torneo por una lesión previa a la Eurocopa. La dolencia muscular de Iniesta, titular indiscutible en la Eurocopa, le impidió jugar en Bruselas. Koke y Thiago también participaron en la Eurocopa. La única novedad fue Vitolo, un jugador con paso intermitente por las listas de Del Bosque.

Por nombres, fue un equipo muy conocido. Y por lo que parece, apenas se vislumbran novedades en el horizonte. Lo que España vaya a ofrecer de aquí al Mundial estará vinculado al rendimiento de estos jugadores. Desde esta perspectiva, no habrá debate. Lopetegui envió un mensaje atronador: confía en un tipo de jugador y en un modelo futbolístico que remite al milímetro con la España de Luis Aragonés y Vicente del Bosque. Su desafío es de otro calibre. Pasa por revitalizar a un equipo que ha perdido a media docena de leyendas del fútbol mundial y que también perdió su convicción. Desde el cabezazo de Van Persie, España no se recupera en los partidos con malas noticias.

El aroma a los buenos tiempos presidió la noche de Bruselas. España fue superior en todas las zonas, jugador a jugador, remate a remate, oportunidad a oportunidad. La gran noticia fue la exhibición de David Silva. Siempre ha sido un jugador extraordinario, pero con un punto melancólico desde el partido frente a Suiza en el Mundial de 2010. Desapareció de la alineación y desde entonces no ha transmitido la sensación de liderazgo.

La impresionante demostración de Silva terminó por empapar a todo el equipo. No se veía al jugador del Manchester City con tanta exuberancia desde hace muchos años. Junto al impagable Busquets, Silva fue el mejor del partido. Es más que probable que el efecto Guardiola le haya revitalizado. Silva es capitán general en el equipo inglés, el futbolista de referencia para un entrenador que siempre ha admirado al centrocampista canario.

Vitolo se añadió con el recorrido que le caracteriza y una pulcritud que no suele reconocerse. Es un volante muy sólido. Koke salió por fin de la indefinición que le había caracterizado en los últimos tiempos. Jugó con energía, criterio y personalidad. Peor impresión dejó Thiago. Dejó detalles, pero su impacto en el partido fue leve. Y Diego Costa fue Costa, ni mejor ni peor que en ocasiones anteriores, pero beneficiado por un partido donde el resto del equipo jugó a otra cosa y funcionó.