España, otra vez, luchó hasta donde pudo con Estados Unidos, esta vez en un nivel más terrenal que en los días de LeBron y Kobe Bryant, con un 35 por ciento de acierto en triples y cierta sensación de temor de sus jugadores en la pista. Pero como en Atenas, Pekín y Londres, la Selección tampoco pudo subir el último escalón que le ha separado estos años del número uno del baloncesto. Si se trataba de explorar los límites de esta generación, España lo ha perseguido con perseverancia y unos valores admirables que dignifican el deporte. Ha buscado y no ha evitado a Estados Unidos porque se sintió legitimada para ello. No estuvo en su mejor versión en la semifinal de Río, lo admitió hasta Gasol, pese a pelear con fiereza. Se llevará la espina de no haber subido ese Everest, pero la admiración por haber recibido el respeto de los más grandes de la canasta. El 76-82 final en el Carioca Arena, que como el Wukesong chino y el O2 de Londres no acabó siendo pista mágica, le manda a la lucha por el bronce y a Estados Unidos a la final, la tercera consecutiva, de los Juegos. España sigue sin ganarle a Estados Unidos en unos Juegos (11-0 de parcial). Pero, ya lo saben, seguiremos intentándolo.