El último carraspeo de Phelps
Debido a mi formación universitaria en Estados Unidos y a mi especialización en los 200 estilos, he compartido muchos momentos con Michael Phelps. Recuerdo el pasado invierno cuando coincidí con él en el podio en una prueba nacional. Phelps, oro; yo, bronce. Pero al charlar con el estadounidense sobre la carrera, me comentó que después del tramo de espalda creyó que le iba a ser muy difícil pillarme. Me dijo que no la había preparado demasiado.
Phelps sigue un ritual antes de cada competición. Solo le he visto hablar con Lochte y Kalisz, sus amigos. Él está con su música, sentado, estirando, calentando y con esa mirada perdida apuntando al infinito. Se le ve en los ojos que está concentrado. Fuera del agua tuvo un momento de bajón y se volvió más arisco, pero ahora sigue igual de agradable. No es mediático y no quiere que le molesten antes de las pruebas. Es curioso su momento antes de lanzarse. Hace ese movimiento de brazos, en el que los extiende y le llegan a la espalda. Todos le vemos, en directo y por la televisión. Pero cuando estás a su lado, percibes que, tras eso, hace una especie de carraspeo. Pensaba que se iba a ahogar. Pero lo hace siempre. Forma parte de su ritual.