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Optimismo razonable, tensión real

Acudió Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE), al almuerzo en AS, y lo hizo con un razonable optimismo, sin la sensación de vértigo que podía procurar el derrumbe económico que ha afectado a las federaciones y, por extensión, a los deportistas olímpicos. Habló de una caída del 40% en las aportaciones y se lamentó de la enorme diferencia de presupuesto de los comités italiano y francés con respecto al español. “Disponen de cantidades entre 10 y 14 veces superiores a la nuestra”, declaró antes de subrayar el excelente ratio que existe entre los resultados de los deportistas españoles y el dinero invertido en su preparación. “Desde esa perspectiva, estoy seguro de que el deporte español es el más rentable del mundo”, afirmó.

Blanco se refirió al imprevisto modelo que ha configurado buena parte de los últimos cuatro años de nuestro deporte. “El patrocinio familiar, el que se ha desarrollado en torno al mundo más cercano a los atletas, ha resultado decisivo en la continuidad internacional de los deportistas. No hemos detectado una caída, aunque buena parte de este éxito se debe al sacrificio del entorno próximo a los deportistas”, explicó. Lo dijo con una mezcla de satisfacción y amargura. Es un tipo de funcionamiento que se alimenta más por el voluntarismo y el sacrificio individual que por un potente proyecto económico.

Inescrutable en el tradicional pronóstico de medallas, Alejandro Blanco dio sensación de tranquilidad. Señaló la cifra de deportistas españoles en Río de Janeiro, 310, como un indicador del trabajo bien hecho. No se mostró tan optimista con respecto a la organización en una ciudad asolada por la crisis económica que nadie sospechó hace siete años en Copenhague, escenario de la designación de Río como sede olímpica. Gobernó Lula, presidente brasileño, en el capital danesa, con un elocuente discurso sobre la marginación de su país y de todos los emergentes en relación con Estados Unidos y las naciones más prósperas de Europa. Su discurso igualitario se escuchó en el momento preciso –un año después de declararse la mayor crisis económica mundial desde el hundimiento de 1929- y frente a unas expectativas radiantes. Se anunciaba que Brasil sería la quinta potencia económica del mundo.

La realidad ha sido cruel. Alejandro Blanco habló con preocupación de una situación que amenaza al éxito de los Juegos, desde la quiebra que afecta al Estado de Río a los problemas de infraestructuras en la ciudad, pasando por la falta de seguridad que se advierte en muchas zonas y las deficientes condiciones de algunos lugares de competición, especialmente preocupantes para la vela, el remo y el piragüismo. Alejandro Blanco rebajó, sin embargo, el temor al virus Zika y elogió las instalaciones del parque olímpico y la villa de los atletas. Blanco mostró tanta preocupación, o más, por la deriva que ha tomado el ‘caso ruso’. A la espera de la decisión del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), Blanco se declaró contrario a la exclusión del equipo ruso de atletismo y no escondió su pesimismo con respecto a una posible participación de los atletas bajo pabellón olímpico y no con la bandera tricolor de su país. “Me parece que podemos exacerbar todavía más la vertiente nacionalista, que ya es muy visible”, concluyó.