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Bogotá
Nairo Quintana y la selfie durante su entrenamiento.
Sebastián LealAS COLOMBIA

Peaje El Roble. 7:30 de la mañana. El héroe se hace esperar por más de una hora pero los ciclistas aficionados que apenas unos minutos antes se habían hecho amigos de carretera no se movían del lugar. Faltaba poco, no sólo para que conocieran a Nairo Quintana sino para que fueran a correr junto a él.

Junto a ellos, más de 30 periodistas esperaban a que se acercara la camioneta blanca en la que iba el ciclista. Por eso, los habituales transeúntes y conductores paraban para averiguar qué estaba pasando a esas horas de la mañana en el lugar, por lo general tranquilo y sin movimiento.

La ansiedad crecía. Pero Nairo llegó. Se hizo esperar unos segundos más mientras se ponía su ropa de entrenamiento y luego, bajó de la camioneta. El aplauso fue inmediato y correspondido con un saludo y una sonrisa. Al ver que se trataba de Nairo, los carros paraban para intentar tomar una foto o solo para decir, 'es Nairo', con un grito emocionado.

Los aficionados, vestidos con su ropa de entrenamiento y sus bicicletas hicieron algunos comentarios sobre la bicicleta de Nairo a la cual llamaron la 'nave' y cuando el boyacense terminó de inflar sus llantas se acercaron a él para comprobar que lo tenían al frente suyo. El ciclista aceptó todo. Más fotos, más autógrafos y hasta una corta charla. Luego, se montó en su 'nave' y arrancó.

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Sebastián LealAS Colombia

No arrancó solo. Todos lo siguieron. Unos en sus bicicletas, los demás en carro. Solo quienes iban en carro pudieron seguir su ritmo. Recorrió 70 kilómetros desde El Roble hasta el alto de Los Patios en La Calera. Poco a poco sus amigos de carretera lo fueron dejando solo, o mejor, él los fue superando en velocidad y potencia en la sabana de Cundinamarca, a más de 2500 metros de altura y con subidas de casi el 10 por ciento de inclinación. Montañas que Nairo conoce de memoria, sus preferidas para entrenar. Y esta fue la última vez que lo hizo antes de viajar al Tour de Francia por su sueño amarillo.

Casi llegando a su destino alcanzó a dos aficionados que creían que hoy iba a ser un día normal de entrenamiento. Cuando lo vieron solo atinaron a sacar su celular. Los nervios fueron más fuertes. El movimiento de la bicicleta y el temblor en sus manos no lo permitieron. Entonces Nairo, con otra sonrisa, cogió el celular, “acomódense” les dijo. Tuvieron la selfie de sus vidas. Luego, también los dejó.

En Patios, más ciclistas se unieron para saludarlo pero Nairo quería hablar con uno en especial. Era un joven con una camiseta de pepas rojas. Como la que Nairo se ganó en el Tour de 2013 que lo acreditaba como el mejor de la montaña.

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Este joven fue el que estuvo a punto de seguirle el paso durante todo el recorrido y Nairo se dio cuenta de esto. Más tarde, contó que quería hablar con él para darle algunos consejos y decirle que no se rindiera. También para prometerle que cuando se volvieran a ver le iba a ayudar.

Ese mismo Nairo estará en dos semanas ante los ojos del mundo intentando por tercera vez ser el campeón del Tour de Francia. Estará rodeado de los mejores del mundo pero pedaleará al mismo ritmo de sus entrenamientos.

A la distancia, esos amigos de un día correrán junto a él. Subiendo a Patios, El Vino, La Aguadora o Mondoñedo su corazón irá con él. Unos recordando el día que lo acompañaron en un inolvidable entrenamiento; otros, soñando ser como él. Todos, deseando que regrese con la camiseta amarilla.