Jhoaho Rivelino: “Acelero, freno de aire, driblo y hago bicicleta”

Tenía once años cuando en el Torneo de Las Escuelas en Apartadó, Antioquia, le hicieron el primer incómodo anuncio como futbolista amateur: jugar con guayos. “Fue difícil adaptarme”, reconoció el hábil atacante, quien para aquel entonces, jugaba con el equipo formativo de su región, Alianza Platanera.

Antes de mostrarse ante los ojeadores nacionales en el citado campeonato, Jhoaho Rivelino Hinestroza, generaba una sorprendente admiración. “Jugaba descalzo en canchas de tierra, en pasto y en el pavimento, no me gustaba ponerme guayos. A veces me cortaba, me ponía un trapo y seguía jugando”, comentó el atacante de 20 años (31 de diciembre de 1995).

Fue cuando el mandamás del Chicó, Eduardo Pimentel Murcia, lo sumó al equipo boyancese. Rivelino, integrante de una familia de 8 hermanos, se fue a buscar fortuna, sólo 12 años tenía. Iniciaba su proyecto de vida, dejaba atrás las calurosas y esforzadas mañanas en las que “revolvía mezcla y ayudaba en la construcción, además, vendía palitos de queso para ayudarle a mi mamá con el sostenimiento de la casa”.

Dice que Dios le dio el don de ser futbolista y su padre lo convenció luego de registrarlo con el nombre en tributo al zurdo mediocampista brasilero Roberto Rivelino (campeón del mundo en el Mundial del 70). “Gracias a ello, acelero, meto el freno de aire, dribling, bicicleta… y porque jugaba descalzo, tengo un extraordinario remate de fuera del área”, sostiene y revela que tiene otro hermano que también se llama Rivelino.

Su permanencia en Chicó fue corta, Jhoaho retornó a su tierra y se le aclaró el camino: “conocí al empresario Alex Ríos. Desde que paré el balón, me preguntó la edad y dijo que yo era el jugador que estaba buscando. Luego, me llevó a Once Caldas, al Atlético Nacional, Alianza Petrolera, Cúcuta, y a Pachuca, que compró el 50% de mis derechos”.