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Es evidente que China está de moda por la calidad, buena cantidad y sobre todo la catarata de dólares y euros para armar a sus equipos de primera y segunda división. El Dorado que se vivió en Colombia entre 1949 y 1954, tuvo una condición distinta a los del Dorado Chino. 

Se montó un campeonato con jugadores que llegaron sin trasferencias, ni pases, ni nada legal. Con toda razón se llamó la nuestra una Liga Pirata.

Los Campeonatos de China, legalizaron sus incorporaciones y nadie, amén de la sorpresa, puede llamarse a engaño. Prácticamente iniciaron su proceso por allá a comienzos de la de la década del 2000. Hoy cuentan con más de 24 jugadores de Brasil, siendo su gran incorporación, Renato Augusto que fue determinante en los últimos logros el Corinthians. Sin embargo, fue el argentino Darío Conca, quien abrió el camino, firmando un impresionante contrato. 

Todos los jugadores profesionales en el mundo, saben que México y Brasil por estos lados, son los que mejor pagan. Es habitual que Europa disponga de recursos para mostrar en sus Ligas, España, Italia, Inglaterra, algo Francia y menos Portugal, una atracción constante para empresarios y jugadores.

Pues ser exótico esta avalancha de los chinos, que en el pasado construyeron la Muralla China, para defender y marcar su territorio. Pues bien, usando una frase de novela, la Muralla falló y por un hueco llegan y llegarán más jugadores, sin excluir a los nuestros. Quienes más van a sufrir serán los seleccionadores nacionales, pues perderán contacto con sus jugadores y ni modo apelar a la televisión por qué sabremos de sus éxitos por informaciones fragmentarias. 

De allí que el técnico de Ecuador, Gustavo Quinteros, puso el grito en el cielo, al enterarse de la marcha de Miller Bolaños a China. Fueron muchos los dólares que recibió el Emelec y ni hablar del contrato del jugador. Y hay que entender a los jugadores, porque todos esgrimen un argumento entendible: asegurar el futuro de su familia.

Allí termina en parte la discusión y es preciso comprender esa razón. Ganan los jugadores, los equipos, los empresarios y perdemos quienes románticamente deseamos contar con ellos para la empresa de la clasificación a un Mundial.