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Muchos seguidores del Once Caldas pensaron: “Si Ulises el juez, hubiera expulsado a Menosse este no habría atravesado la pierna y marcado el autogol con el cual el vinotinto y oro se instala en las semifinales” Pero es ya una novela. El Tolima siempre llevó la iniciativa, cuando ganaba 1-0 y después que le empataran. El Once Caldas solo pareció seguro en el comienzo del segundo tiempo. Después decidió esperar e intentar el empate. En solo tres minutos los pijaos voltearon el marcador, por Ibargüen y el autogol.

En el juego intenso, por lo demás, dos jugadores demostraron poder marcar diferencia. Johan Arango en el blanco, aunque como ocurre con esta clase de jugadores, aporta en cuentagotas su talento. Buen cobrador de tiros libres y de buena velocidad para el pique, se limita a esperar que jueguen para él. Javier Torrente sabe que su comportamiento fuera del terreno de juego no es buen ejemplo. Lo sostiene porque confía en su inspiración, así el jugador se distraiga y pierda en el juego.

El otro más veterano, con más recorrido, Jonathan Estrada, no se limita a mostrar buen control de balón, sino que " inventa" pases que a veces no lo comprenden sus compañeros.

El Tolima exhibió una exuberante preparación fisico-atlética. Corrió de manera incansable y como ya venía siendo costumbre en los últimos partidos, el equipo se agita cuando ven el tablero electrónico que advierte de los pocos minutos que quedan. Eso pasó esta vez y los dirigidos por Gamero figuran en las semifinales.

Tampoco resulta novedoso que un equipo sea incapaz de sostener un resultado. Eso lo vivió el Once Caldas en los cinco minutos finales. En el 2-2 era preferible esperar el desenlace desde el punto penal. Para ello era necesario estar despierto y atento. Resultaron arrollados por el vinotinto.