Caracol Radio
NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Vuelta a España

Lucho campeón, primera gesta del ciclismo colombiano

Herrera puso al mundo del ciclismo a sus pies al ganar la Vuelta a España en 1987. Su hazaña es recordada por el país que todavía celebra el primer podio de un colombiano en una de las grandes competencias de Europa.

Actualizado a
Lucho Herrera
AS

“Se ve llegar, se paran los relojes, las abejas, los niños se alborotan, saltan las piedras, los lagartos trotan, se sienten felices los cipreses, cruza Herrera campeón, campeón de la Vuelta, qué grande, qué grande es el mundo ante mi garganta vacía, aquí en el paseo de la Castellana se detiene el tiempo”.

Esta es la narración de Rubén Darío Arcila el 15 de mayo de 1987. Lo que describen sus palabras es la que fue la mayor gesta del ciclismo colombiano hasta ese momento. La consiguió Lucho Herrera cuando ganó la Vuelta a España, una de las más grandes competencias de este deporte en el mundo.

Lucho no era un desconocido en Europa, desde 1985 su particular manera de pedalear, y la de sus compañeros del Café de Colombia, ya habían hecho a Colombia famosa en carreteras lejanas. Los ‘escarabajos’ se habían tomado el ciclismo mundial.

“La Vuelta es muy dura, es muy difícil, hay días muy duros y todos los días es una etapa distinta. Todos los días se presentan de mil maneras y hay que saberlos afrontar y estar muy pendientes de lo que pueda pasar. Hay frío, lluvia, sol, viento, nieve, uno no puede manejar el clima”, le dijo a AS Colombia.

Lucho llegó como uno de los favoritos pues en el Tour de Francia del 86 había sido segundo en la montaña. También eran recordadas sus victorias en las ediciones del 84 y 85, lo que hacía que fuera uno de los más temidos del pelotón. Era imparable subiendo y eso lo sabían corredores de la talla de Laurent Fignon, Pedro Delgado, Vicente Belda, Bjarne Riis y Sean Kelky, quienes fueron sus principales rivales. Sin embargo, él no iba preparado para ganarla.

“Me acuerdo de Fignon, Delgado y Sean Kelly que eran corredores de primera línea en Europa en ese momento y que iban a ganar la Vuelta a España, yo no, yo iba para prepararme y hacer kilómetros para el Tour de Francia”, contó.

En un recorrido de 3.921 kilómetros, el colombiano fue líder de la competencia en 11 etapas no consecutivas, ganó una fracción y también se puso la camiseta del mejor de la montaña. Fue vencedor en Santander – Lagos de Covadonga, recorrido en el que tuvo que pasar por cinco puertos de montaña y en el que decidió escaparse faltando 9 kilómetros.

“Lo que más recuerdo es la victoria en Lagos de Covadonga, fue como algo inesperado, estaba en la clasificación a dos minutos y vi que podía atacar en un momento y aproveché la oportunidad. Tenía que darlo todo, saqué los minutos que más podía porque sabía que después había etapas que no me iban a favorecer, entonces tenía que hacerlo a fondo. En esa etapa me puse la camiseta amarilla y fue un gran ánimo que tuve en ese momento para poder seguir”, explicó.

Su victoria fue apoteósica e inolvidable. Al ver que había dejado atrás a todos, le informaron que era el nuevo líder de la carrera. Solo le quedaba mantenerse hasta el final, el problema era que todavía faltaban 11 etapas.

Cuando llegó la contrarreloj de 24 kilómetros, prueba en la que no era experto, Herrera perdió la camiseta de líder. Su principal rival en la general era el irlandés Sean Kelly, quien le arrebató su lugar.

“Fue un día en Valladolid. Amaneció con nieve y mucho frío y no me sentí bien, no era el clima para mí y Sean Kelly me ganó. Pero luego vinieron más etapas de montaña y en una llegada al otro día tuve la oportunidad de volverme a poner la camiseta de líder”.

Llegó como el gran líder hasta el final de la Vuelta en Madrid en donde su nombre quedó inmortalizado. “Fue algo muy explosivo y muy bueno para mí y para el ciclismo colombiano. Es que fue el primer triunfo en Europa y en una carrera tan importante, fue una gran satisfacción para mí y para mis compañeros, algo muy especial”.

La narración exaltada de Rubén Darío Arcila terminó con un “llore colombiano que no es para menos”. Ese día Colombia lloró de alegría después de la gesta de Lucho. Pero el protagonista no lo hizo, solo se conmovió cuando fue recibido en el aeropuerto de Bogotá por miles de personas.

“Yo nunca lloré, es que yo soy muy parco y poco expresivo, pero de todos modos por dentro tenía mucha felicidad y me agradaba saber que en Colombia también estaban felices. Lo que sí me tocó fue la llegada a Bogotá, fue muy folclórica y muy especial porque no me había fijado en la magnitud de lo que había logrado y lo que sentían los colombianos. Había mucha gente, fue indescriptible, una de las grandes satisfacciones de mi vida”, concluyó.