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La tradición de las ultimas siete inauguraciones se mantuvo. Ninguna selección visitante pudo ganar y la de Ecuador confirmó la regla.

Quizás el dos a cero resultó severo para los ecuatorianos que en un momento del segundo tiempo perforaron por el sector de Isla el sistema defensivo chileno.

Es más, estuvieron cerca del empate después de un cabezazo que rebotó en el horizontal ante una equivocación defensiva del local. Ahí, justamente, también se equivocaron y Vargas cobró por ventanilla el segundo gol y pare de contar.

Aunque no fue directamente afectado el inicio de la Copa, la ceremonia previa al juego no resultó tan impresionante como otras y se palpó, de manera sensible, las sombras que cobijan el fútbol mundial del momento. 

De paso se reafirmó aquello de constituir a los jugadores como la parte más sana del fútbol. De los dirigentes, hoy en entredicho, se nota una aroma de desconfianza hacia sus labores.

Volviendo a este triunfo chileno de comienzo, y siendo tan rápida la definición, quedó la sensación de que Chile es el más fuerte de su grupo, de por sí débil, y de que los ecuatorianos deben ir mano a mano con mexicanos y bolivianos.

En cuanto a jugadores destacados, hay que mencionar el trabajo de Jefferson Montero, gran responsable de la reacción ecuatoriana por el sector de Isla; el delantero Vargas, quien en la era de Sampaoli ha marcado 17 goles, y el lamentable caso de Matías Fernández.

Si van ganando dos a cero, y faltan segundos para terminar, no puede resultar expulsado por una imprudencia. Seguramente le costará la suspensión y la pérdida del pulso que, según los hinchas chilenos, tendría con Valdivia por el puesto titular.

Ganaron los chilenos con una formación aún floja en varios sectores. También es cierto que cuando se gana todos los reparos pasan a segundo plano.