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Recuerdo siempre un dicho en las fincas cafeteras, donde pase vacaciones en la juventud… Es decir mucha agua corrió bajo los puentes. "Al perro no lo capan dos veces". Me perdonan, pero se aplica solo a los perros. Porque lo que es en fútbol, nadie aprende la lección. Con la pelota parada, cuando se cobran tiros de esquina, los arqueros y defensas se confunden y se consiguen goles y puntos.

Esto le ocurrió a Santa Fe. Comenzando el juego, en un tiro de esquina, Juan -un veterano zaguero que fue de Selección brasileña-, consiguió la paridad de la serie para los de Internacional. Al final, otro tiro de esquina cobrado por D’Alessandro fue cabeceado por Rafael Moura y la "peinó" Perlaza para sentenciar el juego.

Después de aquel gol tan temprano, Santa Fe con mucha paciencia fue controlando el juego, dejando a Nilmar y Lisandro López aislados y llevando la iniciativa sin éxito, porque Morelo y Páez, no entraban en el circuito de control y menos frente al arco de Internacional con alguna posibilidad.

Para el segundo tiempo el panorama fue diferente. La iniciativa fue del local. Santa Fe albergaba esperanzas en el contragolpe con Rivera y el mismo Morelo. Tampoco se dio y como los Cardenales terminaron con nueve hombres por expulsiones de Mosquera y Anchico, se propusieron esperar, aguantar y apostar todo al punto penal. Sobrevino el segundo gol y por más que Roa y Mina, buscaron con desorden una opción, nada consiguieron.

Sé que todos los equipos, y no solamente Santa Fe, pagan altísimo precio en los tiros de esquina. Estoy seguro que trabajan en la semana, ajustando marcas y mecanizando movimientos. Sin embargo, en el fútbol seguirá pasando esta historia. Los partidos se pierden en un descuido o en la viveza de los cabeceadores, como ocurrió con Juan y Moura.

Santa Fe hizo hasta donde pudo, mientras el refrán del perro sigue vigente…