Goleada imponente. James no marcó, pero lo dejó todo. El Bernabéu aplaude de pie la entereza del colombiano tras dos meses de lesión. Las gradas corean su nombre y reconocen su valía. 61 minutos fueron suficientes. Los tiempos cambiaron.
Veinte años atrás, un doloroso recibimiento. Vuelve a la selva, te vamos a matar, no te queremos. Los muros del Bernabéu presagiaban la difícil relación entre la afición del Real Madrid y Freddy Rincón. No hubo tiempo. Los insultos racistas fueron protagonistas incluso antes de que el mediocampista hubiera puesto un pie en las canchas.
El colombiano siempre estuvo a prueba. No jugaba partidos, luchaba oportunidades. Llegó como top 1 en la lista de deseos de Valdano campeón de la temporada 94/95 y se fue cuando el argentino no estuvo más para respaldarlo. Fue el quinto extranjero –sin Ley Bosman- en un camerino que ya contaba con Redondo, Laudrup, Zamorano y Esnaider. El técnico dosificó sus minutos en la cancha para no exponerlo. Eran tiempos de furia en las gradas.
Los 400 millones de pesetas de la transferencia y los 3 años de contrato fueron una anécdota. Rincón se rindió ante la presión y los directivos lo querían fuera. Las estadísticas también le dieron la espalda: 19 partidos y 2 goles. 15 años después, el inédito Mundial de Clubes del 2000 marcó su reencuentro con el club blanco. Marcó un gol que le dio el cupo a la final a su equipo y eliminó al Madrid. "Era mi destino”, dijo Rincón después del partido.
Hoy James cumple la promesa que hizo Freddy el día que aterrizó en España: cambiar la imagen del fútbol colombiano triunfando en el Real Madrid. Buena oportunidad para desear estadios en los que las ovaciones acallen para siempre los cantos que dejan heridas en el corazón.
Cosas de hinchas. Son unos pocos, pero siempre harán daño. Prohibido olvidar para no repetir.