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Si existe en nuestro fútbol un equipo con optimismo, mirando el futuro es el Deportivo Cali.
Los nombres de Harold Preciado, Helibenton Palacios, Yerson Candelo, Santos Borré, Miguel Murillo, tienen algo en común más allá de la juventud: la velocidad, las ganas de jugar, la movilidad. En eso el técnico Pecoso Castro debe estar contento, porque lo demostró en su paso por el Quindío, la enorme fe o apuesta a esos jugadores sin mañas, con deseos de llegar lejos y cimentar una oportunidad en el fútbol de alto nivel.

Sé que en el Cali, la tentación por vender jugadores viene de tiempo atrás. Siempre habrá empresarios, como puede ser Uda, endulzando el oído y mostrando números atractivos, pero creo que al menos esta camada debería quedarse, al menos un año, antes de emigrar. No serán todos, pero por lo menos viajarán dos de los nombrados.

Hablando del equipo, no todo puede ser juventud y la experiencia entra a jugar como complemento del grupo. El arquero Hernández, el zaguero Nasuti, el volante Andrés Pérez, Juan David Cabezas, el rendidor paraguayo Mendieta y el mismo Guazá, resistido por muchos de los seguidores verdiblancos, pero es preciso hablar de su entrega, su espíritu para pelear en el medio campo y más que eso... es hombre de confianza del Pecoso, quien contó con él en los mejores momentos del Huila, en el torneo pasado.

Tal vez el Cali no llegue a campeón, porque el fútbol esta lleno de imponderables, como lo vivió por ejemplo en su última salida ante Cortuluá. Pero por lo pronto las divisiones menores del Cali trabajan de forma ejemplar y de ahí, la gran oportunidad que vienen recibiendo los jóvenes criados allí.

Es bueno para nuestro fútbol porque la renovación debe ser continua para evitar lo que ocurrió con nuestra Selección de mayores, que desde la salida de Maturana pasó 16 años esperando regresar al primer lugar de atención.