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A este Millonarios de Lunari no le rinde. No gana y esta vez vino a salvar un punto porque un joven, Gabriel Díaz, estuvo atento al cobro de un tiro libre y ubicó un cabezazo donde no llegaba Cristian Bonilla, que de paso jugó su primer partido con La Equidad.

Después Millos quiso convencer al juez de certificar un gol, cuando apenas aquel mostraba una tarjeta amarilla. Y como los árbitros se toman su tiempo para anotar el nombre del infractor, la pelota no podía estar en juego. Millos cobró a riesgo y nada valía. Ni los reclamos de jugadores y técnico al final del empate a un gol.

Ahora bien, Millos ni con Román Torres o sin él, nada que mejora el sistema defensivo. Nunca hasta hoy, pudo Lunari armar una línea del fondo segura, fuerte. Antes del gol de Villota, ya se había presentado una interesante escaramuza de los asegurados, con devolución del travesaño y un remate invalidado de Pando. Fue una voz de alerta para Vikonis, porque en esa acción se apreció el desorden y la falta de sincronización en los zagueros.

Millos terminó sacando a Reina, Silva, para intentar con los pelotazos del zurdo Insúa, quien ha descendido en su nivel, respecto a los primeros juegos, llegar arriba con opciones.

Sería suficiente un ejercicio mental para averiguar quiénes se destacan en este Millonarios. No alcanza uno a dar buena calificación a tan siquiera cuatro jugadores. Con un reducido grupo de cuatro, andando bien, con mente clara y orden, podría empezar a construirse un buen equipo o al menos más competitivo. Mientras eso no ocurra seguirá el sufrimiento para los hinchas.

Se puede ir Lunari, pero si los jugadores resultan incapaces para hacer una autocrítica, nadie puede asegurar que el panorama cambiara. Porque son los mismos jugadores los obligados a un rendimiento mayor. Mientras no se note atisbo de juego de conjunto, no puede esperarse mayores y mejores resultados.