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Confesión Americana

Cuando me preguntan qué me hizo ser hincha de América, siempre respondo: Nacer. Y es que uno de los sentimientos más bonitos que uno tiene como ser humano, es el que le despierta un equipo de fútbol, y más cuando éste ha hecho tantas buenas “diabluras”. América es esa razón por la que un día puedes sonreír y al otro puedes llorar, es eso que te hace gritar, que te hace vivir, es como dicen los barristas “tu primer amor”.

A diferencia de muchos no fue mi papá quien me inculcó la pasión por un equipo, fue mi mamá, ella es la responsable de que yo haya llorado cuando se perdió la final de la Libertadores ante River Plate, como también de mis tres continuas celebraciones a todo timbal a principios del 2000 con los títulos de Jaime de la Pava, y aunque ahora sin quererlo, también sea la responsable de mi tristeza por la inocultable crisis y el lamentable manejo deportivo de hoy, es la gestora de un cariño que sólo los que aman el fútbol pueden identificar.

Soy periodista sí, pero antes de eso soy una persona común y corriente, que tiene emociones, que tiene sensibilidad, por eso nunca he ocultado mi postura frente al equipo que me gusta, por eso me siento orgulloso de decir “Soy Americano”, cosa que no me hace ni más ni menos periodista, pero quizás sí me convierte en un hombre más afortunado.

Celebren hinchas escarlatas, porque el pasado no es removible, porque el pasado es irrevocable, porque quienes ganaron todos los títulos de nuestra era de oro, no fueron ni los directivos, ni los accionistas de aquella época, fueron los Gareca, Falcioni, Cabañas, De Ávila, que conocemos, que sudaron en el campo, que sometieron a sus rivales, y sin olvidar por todo el “infierno” por el que se somete al América estando en la segunda división, el pasado seguirá siendo símbolo de grandeza, y sólo podemos esperar que el futuro, sea símbolo de esperanza.